El horror, los abusos y la muerte son los protagonistas de Ciudad de vida y muerte (Nanjing! Nanjing!, 2009), pues se trata de una recreación de la masacre ocurrida en Nanking, China, en 1937. Pero antes de que se produjera el suceso narrado por Lu Chuan en su película, el imperio japonés llevaba años intentando expandirse por Asia y por las islas del Pacífico con la única idea de conquistar un espacio vital que proporcionase materias primas, que precisaba un país superpoblado, y la supremacía buscada por la élite militar que lo gobernaba, lo cual produjo el inevitable enfrentamiento entre el ejército nipón y las fuerzas chinas, peor preparadas y equipadas. Como consecuencia de su superioridad táctica, las tropas japoneses superaron la resistencia de las tropas chinas y no tardaron en tomar la capital. El film de Lu Chuan se centra en ese momento preciso, cuando el ejército de ocupación toma las calles de una ciudad destrozada por las bombas y por los combates, mientras, los supervivientes se esconden y pequeños focos de resistencia hacen frente al enemigo. Los soldados japoneses patrullan por las calles en busca de soldados chinos. Este es el primer contacto de Ciudad de vida y muerte con la masacre que continuará dominando la pantalla durante las siguientes dos horas de metraje. Ciento veinte minutos sobrecogedores, durante los cuales el horror, la violencia irracional y la muerte dominan los encuadres de una película que se desarrolla en Nanking, donde nadie se encuentra a salvo, ni siquiera en la zona de seguridad habilitada por los representantes internacionales. La primera matanza estremece, pues todos los soldados que se han rendido o que han sido capturados son asesinados, fusilados o enterrados vivos, en una recreación que anima al espectador a mirar hacia otro lado. Sin embargo, el horror no se detiene cuando solo quedan civiles, sino que se recrudece y se convierte en una de las mayores barbaries que se hayan visto en la pantalla. La cámara de Lu Chan deambula por las calles destruidas y por las casas ocupadas por ciudadanos atemorizados, ciudadanos como el señor Tang (Wei Fan), quien, en su caso particular, intenta ganarse la amistad de las fuerzas de ocupación para proteger a los suyos, incluso llegando a traicionar a sus paisanos. Además de este aterrorizado ciudadano, Ciudad de vida y muerte se centra en varios personajes más, pero siempre para mostrar el horror inexplicable y vergonzoso que Kadokawa (Hideo Nakaizumi) observa en silencio. Este soldado japonés descubre la crueldad y el terror con el que someten a seres humanos condenados a sufrir todo tipo de vejaciones. No obstante, Kadokawa se mantiene impasible, aunque a veces su rostro parece advertirnos que ya no soporta tanta violencia, injusticia y muerte. Aún así, continúa observando mientras las mujeres son obligadas a satisfacer las necesidades carnales de los soldados japoneses. Y una vez más, el cuerpo se siente incómodo ante imágenes que lo dicen todo. Miss Jiang (Yuanyuan Gao) sufre cuando se ve en la obligación de pedir cien voluntarias forzosas, de lo contrario todos morirán, y con el sacrificio de ese centenar de mujeres, puede que los niños y otros muchos sobrevivan a la sinrazón. Las lágrimas y los silencios son elocuentes, ¿qué se podría decir de un horror de tal magnitud? Posiblemente no haya respuestas o haya múltiples, y Kadokawa parece encontrar la suya cuando dice que <<Al final vivir es más difícil que morir>>, sobre todo siendo consciente de que ha participado en una barbarie de dimensiones tan grotescas.
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