El manuscrito encontrado en Zaragoza (1965)
La primera parte de la novela homónima de Jan Potocki fue publicada entre 1804-1805, y su trama resulta más misteriosa que la segunda, que fue editada en 1813, en la que se cuentan los relatos del señor Avadoro, aunque en la adaptación de Wojcieh J.Has la fantasía sufre un ligero descenso en beneficio de la intrigas amorosas que asoman en la pantalla, en momentos puntuales de esta brillante mezcla de comedia negra y relato fantástico que sigue las andanzas de un caballero que, sin ser cervantino, escucha las historias de aquellos con quienes se encuentra por un camino de Sierra Morena que no le conduce más que a un mundo surrealista donde no sabe cuándo acaba la realidad y cuándo comienza la fantasía. Al escuchar una historia siempre se espera que se narre el final, sin embargo de una historia nace otra y de esta una tercera, circunstancia que permite la estructura concéntrica de El manuscrito encontrado en Zaragoza (Rekopis znaleziony w Saragossie), una película en la que realidad y fantasía confunden la mente del capitán Alfonso van Worden (Zbignew Cybulski), quien, en un intento por llegar a Madrid, descubre que no puede hacerlo tras encontrarse con las dos hermosas y misteriosas hermanas Emira (Iga Cembrzynska) y Zibedea (Joanna Jedryka), que le tientan en una posada a la que vuelve una y otra vez. La historia de este oficial, narrada de su puño y letra, podría no ser cierta, ya que la única fuente que da constancia de la misma sería el manuscrito que dos soldados leen durante el enfrentamiento en Zaragoza de las tropas españolas y las napoleónicas. En sus páginas descubren los sorprendentes hechos que dan forma a las andanzas de este caballero que habita dentro de un entorno macabro y fantasmal, cuya atmósfera surrealista le persigue en todo momento, quizá por ello, Alfonso van Worden no sapa qué pensar acerca de su extraña velada en compañía de las dos hermanas que no abandonan su mente; aunque este encuentro solo es el inicio de sus extraños contactos con otros misteriosos personajes que parecen guiarle a través de un círculo que no tiene ni principio ni fin, y que le conduce una y otra vez al mismo despertar. El viaje del protagonista presenta a individuos como Pacheco (Franciszek Pieczka), un poseído, o el señor Avadoro (Leon Niemczyk), que sirven como puerta para que el film retroceda a un pasado más lejano en el que se recrean las historias que Alfonso escucha sin obtener explicaciones que le sirvan para resolver el misterio que le inquieta. No obstante, la aparición don Pedro Velázquez (Gustaw Holubeck) le proporciona cierta esperanza para que los extraños acontecimientos tengan una explicación lógica, teniendo en cuenta que este nuevo personaje es un hombre de ciencia que basa sus conocimientos en la certeza de que todo hecho puede ser razonado.
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