martes, 16 de agosto de 2011

La chaqueta metálica (1987)


El comienzo de La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987) presenta a un grupo de jóvenes a quienes se les rasura el cabello, muestra de la falta de identidad y de la sumisión a la que van a ser sometidos en la isla de Parris, Carolina del Sur, donde durante ocho semanas serán adiestrados cual animales —perdonen los amantes de la fauna un no deseado ni pretendido agravio comparativo— para ser máquinas de matar. Estos jóvenes reclutas son sometidos a vejaciones que supuestamente les harán más fuertes, pero que merman sus capacidades de razonamiento. No importa si es correcto o no, lo único que importa es convertirles en seres no pensantes que no duden a la hora de utilizar su fusil. La situación que se vive en el campo de adiestramiento se presenta mas que dura, inflexible, sobre todo cuando los novatos comprenden que deben ajustarse y someterse a los deseos de un sargento (R. Lee Ermey) que no muestra un ápice de humanitarismo, ni escrúpulos ni sentimientos. No es su amigo, ni su padre, ni un protector; es su sargento, quien debe prepararles para la guerra, pero también actúa de ese modo porque, anteriormente, ha recibido esa misma formación que le ha privado de compasión y comprensión, de simpatía hacia sus marionetas. La primera parte de la película explica a la perfección la creación de seres inhumanos que únicamente deben seguir las órdenes, sin cuestionarlas; lo único que importa sería matar o morir por el cuerpo de marines y por el país al que sirven. El sargento mantiene al grupo a raya, y lo hace desde un trato violento y vejatorio, dejando a un lado las necesidades individuales de un grupo de noveles que pronto serán enviados al frente. Evidentemente, no todos responden de igual modo, algo que Stanley Kubrick expuso, sobre todo, en el personaje del recluta Patoso (Vincent D'Onofrio), un joven a quien el sargento somete a terribles castigos e induce a que sus propios compañeros también los cometan. ¿Hasta que punto una mente humana puede aguantar una situación como la que sufre sin que se trastoque su estado emocional? La mente de Patoso pierde el equilibrio y se transforma en un laberinto sin sentido que le convierte en un psicópata a quien matar o matarse no importa. Patoso resultaría esa arma perfecta, aquella que se busca con el adiestramiento, sin embargo, el sufrimiento al que le han sometido, más próximo a la tortura que al entrenamiento, puede con él. Esta situación es observada por el recluta Bufón (Matthew Modine), el personaje que más se aparta de la uniformidad del pelotón, un joven con aspiraciones periodísticas, a quien se le encomienda la labor de enseñar, pues él sí explica, a ese recluta que no da la talla. La chaqueta metálica no presenta al típico sargento duro, pero de buen corazón, sino que lo muestra en toda su crudeza, sin piedad, un ser que sólo ve en sus muchachos la arcilla para moldear a su gusto o, lo que es lo mismo, malearles hasta lograr que apenas se diferencien de los fusiles que empuñan. Tras este cruel periodo de preparación, la acción se traslada a Vietnam, un país en plena contienda entre las tropas comunistas del norte y las del sur, apoyadas, estas últimas, por el gobierno de Estados Unidos, en un intento por frenar la amenaza comunista del norte. Miles de soldados estadounidenses dejan sus vidas en un territorio alejado de su patria, luchando por unas gentes que no comprenden qué hacen allí y que, tampoco, les ha llamado. Esto implica que tampoco los soldados comprendan por qué se dejan matar por un pueblo que no les acepta, sin embargo han sido enviados y deben luchar. La guerra es horrible, la muerte forma parte inseparable de la misma, algo que los soldados saben y aceptan, porque han sido preparados para ello. En el país asiático es donde se muestra la eficacia del duro entrenamiento, se observa a esos militares en un entorno hostil en el que matan sin pudor y sin remordimientos. Hasta el momento de su traslado al campo de acción, Bufón había permanecido alejado de la verdadera dimensión de la contienda, una constante de sangre y violencia, caos y muerte. Parece ser el único que mantiene un enfrentamiento entre la dualidad guerra-paz, lucha que se refleja en su casco, donde se lee nacido para matar, y en su chaleco, donde luce una chapa con un símbolo pacifista. Este enfrentamiento moral es aquel que se pretendía erradicar en el entrenamiento de la isla de Parris, un enfrentamiento que le hace ser persona, algo ajeno a otros compañeros que no tienen la menor duda, matan sin pararse a pensar si es correcto o humano. En la guerra no existe humanidad, sólo destrucción y violencia sin sentido, algo que Bufón descubre a lo largo de su estancia en el frente. Stanley Kubrick mostró con La chaqueta metálica el horror de la guerra desde la gestación de sus participantes, unos reclutas que con el tiempo se convertirían en seres no pensantes, cuya única misión consistirá en acatar las órdenes y llevarlas a cabo, sin plantearse nada más que cuándo y cómo terminar con el enemigo (y si pueden continuar con vida).

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