Poco tiempo después, las tropas alemanas, sin invitación por parte de sus anfitriones polacos, se cuelan en el país y Polonia es invadida por un ejército cuya cabeza visible es el coronel Ehrhardt (Sig Ruman), un individuo que no asume sus equivocaciones, que son muchas y continuas, de las que se desentiende descargando sus frustraciones en un subordinado llamado Schultz (Henry Victor). Sin más remedio, los soldados polacos que no han caído en manos del enemigo se trasladan a Inglaterra, donde se unirán a las tropas aliadas para continuar combatiendo a un enemigo común, que en manos de Ernst Lubitsch se presenta desde la caricatura y la ineficacia. La acción se desarrolla en una Varsovia llena de prohibiciones, lo cual obliga a sus dos estrellas dramáticas a permanecer en una inactividad que les impide disfrutar de los lujos y de los reconocimientos a los que estaban acostumbrados. Por suerte para ellos, y para desgracia del ejército invasor, su situación no tarda en cambiar, al tener que representar una trama que los devuelve a la escena, pero esta vez el escenario no son las tablas de un teatro, sino la vida real en la que tienen la misión de desenmascarar a un espía, el profesor Siletsky (Stanley Ridges), que se ha apoderado de una lista con los nombres de los familiares de los soldados exiliados en Inglaterra que habían confiado en él. Por los personajes y las escenas que forman el film, no me cabe duda que, junto a El gran dictador (The Great Dictator; Charles Chaplin, 1940), Ser o no ser es la mejor sátira jamás rodada sobre el nacionalsocialismo y su líder, cuya caricatura se deja ver por las calles de Varsovia y, más adelante, ordenar a sus soldados saltar sin paracaídas desde un avión, una excelente manera de exponer la falta de pensamiento propio que afecta a ese colectivo que le siguen sin preguntarse si es o no correcto lo que les propone.
lunes, 22 de agosto de 2011
Ser o no ser (1942)
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