Ajeno a toda autoridad, Hans se escapa del campo donde le han ubicado, no es un campo de concentración, pero se siente incómodo, controlado. Tras su marcha agrede a un policía, que pretendía ayudarle; dándole por muerto emprende una fuga que le llevará a recorrer los caminos y a conocer a un joven muchacho (
Joseph Walsh) con quien viajará hasta una población cercana a la frontera Siria. El niño representa, aunque Hans no lo sepa, una nueva oportunidad, insuficiente para su cura, pero sí para que un sentimiento de camaradería cobre importancia en su interior; oportunidad que se refuerza con la aparición de una joven (
Milly Vitale) que le ofrecerá amistad y cariño.
Hombres olvidados (The juggler) de
Edward Dmytryk se centra exclusivamente en un ser que ha sufrido, a quien le cuesta confiar en los demás, pues resulta una ardua tarea, además de un imposible, para alguien como Hans, un hombre que sufre las secuelas de un encierro en el que su mujer e hijas murieron a manos de seres que no respetaban la vida; seres que le han sumido en su estado actual; por eso no cree en las personas, y por ello resulta vital que encuentre personas que le ayuden, que le ofrezcan el cariño del que se ha visto privado, y que le ha convertido en una animal acorralado que únicamente piensa en escapar, para volver a creer en los demás y en sí mismo.
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