Irma la dulce (1963)
Para alcanzar sus intenciones, los protagonistas de Billy Wilder ponen en marcha engaños y algunos alcanzan sus objetivos, otros son alcanzados por objetivos con los que no cuentan y los hay que se inventan vidas para poder acceder a la propia. Pero en mayor o menor grado, empujados por deseos, picaresca, buenas o sospechosas intenciones, o ambición, todos tienen en común que se valen de la mentira y el engaño; y este también es el caso de Néstor Patu (Jack Lemmon), personaje que aprende del músico caradura interpretado por Tony Curtis en Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959) para lograr el amor de la mujer deseada. ¿Quién puede reprochárselo? ¿Alguien tiene alguna idea mejor para apartar de la calle a la prostituta de quien se ha enamorado, que convertirse en su agente comercial y en su único cliente? ¿Y quién mejor para Billy Wilder que Jack Lemmon, el actor más asiduo en sus comedias, encarnase a ese "pequeño burgués" que se ve superado por cuanto observa, pero que no se rinde en su empeño de reformar a su musa? Como todos los grandes introducciones wilderianas, la de Irma la dulce (Irma la douce, 1963) genera curiosidad y complicidad, en su caso, la voz del narrador ubica la historia <<de pasión, de violencia, de deseo y de muerte; todo lo que en realidad hace que la vida sea digna de ser vivida>>, en un barrio parisino alejado de los lugares turísticos de postal, una zona viva repleta de trabajadores, también de desocupados chulescos que sobreviven —y muy bien, por cierto— gracias a las ganancias de sus novias, que hacen la calle y la ocupan cuando el agente Patu realiza su primera ronda por el barrio. Observa a las chicas, algunas se le insinúan, pero todas le generan cierto recelo y la sospecha que comparte con la agradable muchacha de medias verdes que sostiene a su caniche entre sus brazos. Pero Nestor no tarda en comprender que ella también es una mujer de vida alegre, a quien todos conocen como Irma la dulce (Shirley MacLaine), la número uno en su oficio, como demuestra la elegancia y el diente de oro que luce Hippolyte (Bruce Yarnell), a quien generosamente entrega sus ganancias. Sin embargo, Irma le parece distinta al resto.
La primera reacción del honesto e ingenuo agente muestra denota desorientación, su desubicación dentro de un entorno donde es el único que ignora que en las habitaciones del hotel Casanova no se echan siestas. Tampoco se entera de que los protectores de las muchachas han introducido billetes en su sombrero, costumbre que los anteriores agentes aceptaba de buen grado; por aquello de que el dinero continúe en movimiento. La integridad de Néstor, su moral pequeñoburguesa, choca con la de los hombres y mujeres a quienes pesca en ese hotel donde también se encuentra su jefe, el inspector Lefevre (Herschel Bernardi), a quien no reconoce y con quien se reencuentra poco después en la jefatura de policía. El futuro policial de Nestor desaparece tras una lluvia de francos que le conduce directamente al desempleo y, sin saber adónde ir, regresa al lugar de los hechos. Para un individuo ingenuo como él, apenas corrompido por los sinsabores de la vida, resulta complicada la situación, que le lleva de nuevo al bar de Moustache (Lou Jacobi), donde Irma, otro ser inocente a su manera, le abre las puertas de su casa y le entrega el puesto de Hippolyte; eso sí, después de que Nestor, a quien apodarán "el tigre" por su hazaña, dé una asfixiante lección de cómo utilizar una bola de billar al chulo del diente de oro que maltrata constantemente a la chica de verde. La vida de Néstor cambia radical, al enamorarse de Irma, a quien quiere apartar de la puerta del Casanova y convertirla en una mujer honrada, pues la función social de la prostituta provocan los celos y la inestabilidad emocional de ex-agente, que hace partícipe de sus penas a Moustache, quien, además de excelente barman de celuloide, también es un espléndido filósofo y hombre de recursos ilimitados. Él le ayuda a poner en marcha el plan que aleje a Irma de los brazos de otros hombres. Es testigo del nacimiento de Lord X y conversación tras conversación desvela que ha vivido todo tipo de experiencias, pero, como bien dice: esa es otra historia. En esta, lo importante es la decisión de Nestor de crear un personaje millonario, que sea el único cliente de Irma. A primera vista parece que la idea puede funcionar, pero, ya en su gestación, surge el primer inconveniente: el dinero. Moustache proporciona los primeros quinientos francos para que Néstor se los ceda a Lord X, este pague a Irma y esta se los entregue a Nestor, quien debe devolverlos al hombre del bigote; y así una y otra vez. La teoría del movimiento de divisas que contenta a todos, pero la realidad económica no se ajusta al plan. Cuando Irma se presenta en el bar y entrega a Nestor el dinero de la primera sesión con el excéntrico millonario, los muchachos lo celebran por todo lo alto, y deciden nombrar al tigre presidente de la asociación de chulos de París, liderazgo que Nestor asume emocionado (no por el nombramiento en sí, sino por el éxito de su idea), ajeno a que la celebración corre a su cuenta, mejor dicho a la de Moustache, quien se niega a dejarle otra vez la misma suma. El flamante directivo del gremio chulesco se encuentra en un aprieto para poder financiar a Lord X, pero debe conseguir otros quinientos si pretende que Irma sólo sea para él; el único medio que encuentra un hombre honrado metido a chulo para ganar dinero es trabajar a destajo en el mercado; eso sí, sin que Irma se entere de sus salidas nocturnas, ya que podría pensar que se la está pegando con otra u otras colegas de profesión. La historia de Nestor e Irma se encuentra repleta de ironía y humor, aderezada con la acidez habitual de un genial director y guionista que realizó una inteligente sátira de esa moral representada por Nestor, quien no tarda en alterarla (o disfrazarla) para reformar a Irma, llegando al extremo de inventar un cliente y luego asesinarle, cansando de matarse a trabajar para ese Lord imaginario que le ha sumido en un estado que le aleja de Irma.
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