Solo hay que seguir tres reglas básicas: no dejar que le dé la luz brillante, sobre todo la el sol, pues la luz solar lo mataría, no dejar que beba agua o que esta le moje, y sobre todo, no permitir que coma después de la medianoche; pues nada, mira que lo han repetido, pues va Billy (Zach Galligan) y comete todos las negligencias posibles con su nueva mascota. Aunque para ser justos, habría que decir que él no tiene toda la culpa, ya que Billy solo es la víctima del regalo que le hace su padre (Hoyt Axton), el inventor que narra la historia de la que se aleja para ir a vender sus inventos. A pesar de la aparente dulzura del mogwai, hay que reconocer que Gizmo resulta dulzón, quizá incluso empalagoso, uno no se puede llevar a engaño, como se comprueba cuando Pete (Corey Feldman) visita a Billy y por error moja a la pequeña mascota. ¿Dónde está esa responsabilidad a la que siempre se alude cuando el niño pide que se le regale una mascota? Por aparecer no aparece por ninguna parte, lo que sí aparece son cinco huevo peludos que se convierten en cinco nuevas criaturas similares, y la vez tan distintas de Gizmo, sobre todo ese que tiene un mechón blanco, sí, ese que parece el líder y bautizan con el nombre de Stripe. Pero, en fin, es Navidad, y el espíritu de ¡Qué bello es vivir! asoma por el pueblo, incluso la sombra del avaricioso señor Potter parece haberse reencarnado en la señora Deagle (Polly Holliday), pero ella es el menor de los problemas, pues los "dulces animalillos" la ayudarán a subir por las escaleras de su mansión. Continuando con los errores de Billy, comete otro al llevar a Gizmo al profesor de ciencias de la escuela, lugar donde vuelven a mojarle para demostrar qué, ¿qué brota un nuevo huevo peludo del cuerpo del pequeño mogwai?. Pero qué le pasa a este muchacho, a caso no está viendo la peli de Donald Siegel que echan por la tele. Los hechos vistos hasta ese momento no pueden presagiar más que una comilona después de la medianoche, organizada por Stripe mediante el viejo truco de cortar el cable del reloj de Billy, y de ese modo surgen cinco vainas al más puro estilo de La invasión de los ladrones de cuerpos, dentro de las cuales las criaturas se transformarán en Gremlins. La película de Joe Dante resultó un éxito colosal al mezclar, dentro de un molde de fantástico de serie B, humor, fantasía y una pizca de terror, ingredientes que también servirían para realizar guiños más o menos evidentes a otras producciones cinematográficas (Planeta prohibido, E.T. o Indiana Jones). Pero lo mejor de Gremlins reside en esos diablillos traviesos que se proponen ayudar a los ciudadanos de la villa en el que quieren quedarse y multiplicarse. Estas pequeñas criaturas poseen características muy humanas, e intentan colaborar en la buena marcha de la ciudad; a saber: ayudan con el tráfico, aunque son daltónicos y esos genera cierto caos, devuelven las cartas de los buzones, porque seguro que han observado alguna falta ortográfica, cantan villancicos enfrente de las casas, celebran la Navidad en la taberna de Dorry (Kenny Davis) o se divierten de lo lindo con Blancanieves y los siete enanitos, en una sesión especial que tiene un final muy explosivo que Stripe se pierde, porque se ha ido a por "chuches", ¡criatura!. La glotonería del gremlin le salva la vida, y vuelve a poner en serias dificultades a Billy, ahora acompañado por Kate (Phoebe Cates), la chica que le gusta y que debe recuperar su espíritu navideño. En los años ochenta se estrenaron varios títulos que permanecen en la memoria de los jóvenes de entonces, entre los que se encuentra esta travesura, producida por Steven Spielberg, entre otros, y escrita por Chris Columbus, cuyo éxito conllevaría una secuela menos divertida, quizá porque esos diablillos ya se habían dado a conocer; y aún así, siempre existe alguien que desconoce las tres reglas.
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