Dentro de las producciones de espías se observan distintas perspectivas a la hora de enfocar la historia que se pretende narrar; las hay en el que prima la acción trepidante que busca el entretenimiento, como sería el caso de Misión imposible y sus secuelas o cualquier film de James Bond, sin olvidar a Jason Bourne, pero también existe otra vertiente menos adrenalítica, más sesuda e intimista, que confiere una credibilidad de la que carecen las anteriores. El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy), basada en una novela del excelente escritor de intriga John Le Carre, se inscribe dentro de la intriga que reflexiona sobre una profesión que para nada tendría que ver con la vida que se observa en el agente 007; los espías que presenta Tomas Alfredson son seres ambiguos, solitarios, condicionados por su entorno, por sus decisiones o las de sus superiores, o por la información que poseen, a menudo menos fidedigna de lo que suponen. Durante los años de la Guerra Fría las grandes potencias pretendían controlar los movimientos de sus oponentes, buscando un equilibrio que impidiese que la guerra silenciosa, inexistente para la mayoría de la población, dejase de ser real para unos pocos y se convirtiera en una tercera guerra mundial. Dentro de ese mundo dividido en dos grandes bloques político-ideológicos surgirían varios tipos de espías, aquellos que manejaban la información y los agentes de campo que realizaban los trabajos sucios que se les encomendaba, cuestión que se observa en El Topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy). Control (John Hurt), máximo responsable del "circus", se reúne extraoficialmente con Jim Prideaux (Mark Strong), el agente a quien envía a Hungría para que descubra el nombre del infiltrado que se ha colado entre los miembros de la cúpula del selecto club de dirigentes del servicio secreto británico; sin embargo, cuando Prideaux se encuentra a punto de cumplir su misión, todo se tuerce y Control se ve obligado a dimitir, y con él su mano derecha, George Smiley (Gary Oldman). Los espías de El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy) no son héroes, distan mucho de serlo, son individuos que han perdido la confianza en lo que hacen, sin saber muy bien cuál es su verdadero cometido, sin detenerse a pensar que ellos mismos contribuyen al peligro que significa la Guerra Fría. La seguridad de que uno de ellos pasa información a los soviéticos preocupa en las altas esferas del gobierno, motivo por el que se recurre a Smiley, pues su retiro le convierte en el tipo perfecto para indagar y hallar a ese escurridizo espía de dos cabezas que pasa información a los soviéticos. La investigación de Smiley se produce en la sombra, con escasos medios y escasa ayuda; pero sobre todo resalta su cansancio, recordando hechos de su pasado que tienen que ver con todo cuanto le rodea, un mundo ajeno al de las personas corrientes, donde existen traiciones que pueden desequilibrar la balanza, intercambios de rehenes, intereses enfrentados y sobre todo esa soledad que les convierte en individuos aislados, obligados a sacrificar aspectos personales que intentan olvidar realizando un trabajo en el que muchos ya no creen.
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