El
policíaco estadounidense de los años setenta destacó por el realismo pesimista con el que presentó las calles de grandes ciudades estadounidenses. como la Nueva York de
The French Connection (1971), donde la miseria y las drogas se encuentran en cualquier rincón por los que deambulan tanto policías como delincuentes (la redada realizada por Doyle y Russo en un antro muestra suficientes estupefacientes como para darse un viaje de ida y
vuelta). Esa constante de inmundicia es el medio natural de los agentes Jimmy
Doyle (
Gene Hackman) y Buddy Russo (
Roy Scheider), individuos solitarios, sin
compromisos familiares o lazos afectivos que les impidan dedicar sus horas de descanso a
la continúa vigilancia de posibles sospechosos (acuden a un bar para observar a los clientes, no a disfrutar de su final de jornada), lo cual confirma un desarraigo que intentan ocultar volcándose en la vigilancia a la que someten a uno de los presentes en el local, hecho que les permite descubrir la inminente llegada a la ciudad de un cargamento de heroína. Jimmy "Popeye" Doyle no necesita
espinacas para conseguir fuerza, ésta mana de la rabia y de la
soledad que forma parte de una personalidad ambigua: lucha contra el crimen empleando métodos expeditivos que se pasean entre lo legal y lo ilegal, sobre todo
cuando las cosas no salen como quiere, característica que le convierte en un ser inestable e impredecible. El seguimiento al que someten a Sal Bocca (
Tony LoBianco) permite que la pareja de agentes descubra la llegada a la ciudad de Alain Charnier (
Fernando
Rey) y Pierre Nicoli (
Marcel Bozzuffi), iniciándose una vigilancia más minuciosa que la anterior (de un realismo casi documental),. que finaliza con Jimmy Doyle disimulando para que Alain Charnier, el hombre de la barba, no sospeche de que éste le sigue la pista. Antes de introducirse en el metro y jugar con su perseguidor, Charnier sabe, en todo momento, que vigilan sus pasos; tampoco se le escapa que el poli del sombrero es el más
peligroso de todos los agentes que le han pisado los talones desde su llegada a Nueva York, el único que podría estropear su negocio de 500.000$. Cuando "Popeye" es burlado por el hombre de la barba pierde su oportunidad para seguir con el
caso, simplemente porque éste desaparecido junto al sospechoso; sin embargo, el disparo que mata al peatón que, involuntariamente, se interpone entre la bala y su destinatario (el policía), devuelve a "Popeye" a la carga, produciéndose una persecución que destaca por su espectacular puesta en escena. Doyle persigue, primero a pie, y posteriormente en un coche que detiene en plena calle, al tren en el que viaja Pierre Nicoli, quien no duda en usar la violencia para conservar la vida, consciente de la implacable presencia de un policía que tiene claro su objetivo. Jimmy Doyle no se detiene a pesar de los muchos obstáculos, consciente de que se trata de la última oportunidad para desbaratar el negocio de Charnier; no obstante, resulta curioso que no dude ni un instante en disparar por la espalda a un criminal desarmado que intenta escapar y que podría conducirle hasta el narcotraficante. La ejecución de Nicoli reafirma que en la mente de Doyle no hay lugar para contemplaciones ni para lamentaciones, eso es lo que hay, un policía que realiza su trabajo como sabe, traspasando el límite señalado por la ley, pero para hacerla cumplir. A pesar de no ser un policía al
estilo de
Harry el sucio (
Dirty Harry,
Donald Siegel, 1971) —otro referente del policíaco norteamericano de los setenta—, "Popeye" no duda en apretar el gatillo o perder los
estribos, ya sea con los sospechosos o con sus propios compañeros, algunos de los cuales le rechazan por su manera de actuar, la única que conoce para limpiar las calles de la ciudad que le han encargado barrer. Antes del enorme éxito de
The French Connection —
John Frankenheimer no tardaria en realizar la secuela— nadie de la productora confiaba en la rentabilidad del film de
William Friedkin, quien tuvo que contentarse con dos actores protagonistas que no eran los que él pretendía, ya que para el papel de "Popeye" Doyle quería a
Paul Newman y para el del narcotraficante francés a
Francisco Rabal, sin embargo, dos de las condiciones para poder realizar el film a su gusto consistían en aceptar los actores disponibles y concluir el rodaje en un periodo de tiempo ajustado, ofrecimiento realizado por
Richard D. Zanuck a dos semanas de abandonar la
20th Century Fox, una oportunidad que
Friedkin aprovechó para realizar un film que resultó un gran acierto.
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