viernes, 4 de noviembre de 2011

Almas en la hoguera (1949)


En el otoño de 1942 los pilotos de bombardeos de precisión diurna eran los únicos soldados estadounidenses que luchaban en Europa, su trabajo consistía en bombardear emplazamientos estratégicos, inicialmente, en la costa francesa, así como en ciudades del interior donde los alemanes fabricaban objetos necesarios para mantener su ejército operativo. Almas en la hoguera (Twelve O'Clock High, 1949) sigue a una escuadrilla de jóvenes pilotos, casi adolescentes, que se encuentran superados por la presión de las numerosas misiones que llevan a sus espaldas, sin embargo, deben continuar, esas son las órdenes. ¿Hasta dónde pueden llegar? ¿Dónde está el límite de sus fuerzas físicas y mentales?. La guerra no distingue entre individualidades, ni entiende de límites humanos, o eso es lo que piensan el general Pritchard (Millard Mitchell) y el general Savage (Gregory Peck) cuando descubren la ansiedad y el estrés que domina al líder de la 918, el coronel Davenport (Gary Merill), una especie de padre o hermano mayor para sus hombres, a quienes cuida y anima de manera individual, porque sabe que son seres humanos, que necesitan confianza y comprensión, y porque su pensamiento le indica que responderán mejor al ánimo que a la presión. La visión de Davenport choca con la de Savage, al menos así parece cuando el segundo releva al primero, con la difícil misión de rehacer un grupo que últimamente no ha tenido suerte, aunque él no cree en la fortuna y sí en la disciplina, firme creencia que pone en práctica tan pronto asume el mando, provocando una reacción de rechazo entre los hombres, quienes no olvidan a Davenport ni su trato cercano y humano, opuesto al que observan en su nuevo superior. La falta de confianza y, sobre todo, de tiempo, son los frentes internos que debe superar el general Savage; sin embargo, los pilotos no aprueban sus métodos y presentan la solicitud de traslado, un nuevo obstáculo que sumar a los anteriores y que puede impedir que Savage cumpla el cometido que le ha encomendado el General Pritchard: preparar a la tropa para cumplir las misiones con efectividad, sin quejas, hasta el límite y más allá, reconociendo que su participación en la contienda es vital para el devenir de la misma y alcanzando la maduración que les permita superar la lucha interna que les consume. Por suerte, el general Savage cuenta con el apoyo del oficial de tierra, el mayor Stovall (Dean Jagger), el hombre con quien se inicia y se cierra el film en 1949, principio y fin lógicos de la historia al ser Stovall el testigo presencial y la conciencia más objetiva de la evolución que acontece en un campamento donde los ánimos se encuentran por los suelos. En Almas en la hoguera no hay más enemigo que uno mismo, un enemigo interno que debe ser superado para encontrar el equilibrio preciso para sobrevivir y vencer; por ese motivo, Henry King apenas expuso escenas bélicas, de hecho sólo mostró un bombardeo, que además serían imágenes filmadas en combate real por miembros de la aviación estadounidense y alemana, una escena de combate más que suficiente, pues se trata de una película de personas dentro de un entorno que les puede, así pues, la verdadera acción se encuentra en la superación y el esfuerzo conjunto, y en mostrar el trabajo y sacrificio realizado por ese puñado de pilotos que deben olvidar sus individualidades, sus diferencias y sus vidas sin saber si su esfuerzo servirá para algo, cuestión que el general Savage aclara a uno de sus hombres, afirmando que algún día lo que están haciendo servirá para ganar la guerra, un hecho todavía muy lejano para ese grupo de aviadores a los que se le exige hasta el límite, como demuestra el coronel Gately (Hugh Marlowe) al volar en varias misiones con una vértebra rota o el propio general Savage, quien, tras numerosas misiones consecutivas, se derrumba mostrándose no muy diferente de como se había mostrado el coronel Davenport. Estos y otros momentos, a la vez terribles y heroicos, permanecen en el recuerdo de Stovall en el presente de 1949, quien deseando recordar a aquel escuadrón 918 abre y cierra el film.

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