Cinematográficamente, María querida (2004) resulta una de las películas más irregulares de las escritas por Rafael Azcona y también de las peores dirigidas por José Luis García Sánchez. No ayuda la lectura de líneas sueltas de la obra de María Zambrano, la inspiración que transforma a Lola (María Botto), personaje con el que se inicia el film en Cuba, donde se encuentra rodando su primer largometraje: <<En el invierno de 1991, me encontraba en La Habana dirigiendo mi primera película. No me había sido fácil. En aquel tiempo dirigir era, como tantas otras tareas, cosa de hombres>>, dice para introducir (y dejar claro) este último punto. Allí recibe la noticia de la muerte de la extraordinaria pensadora que cambió su vida. Es 6 de febrero de 1991, día del fallecimiento de la ensayista, a quien veremos en vida, ya que la historia regresa a 1989, cuando Lola la conoce durante una entrevista para la televisión. A la periodista, cámara de televisión, le animan a rodar un film sobre María Zambrano y las mujeres en la República, la vida política de mujeres como Rosa Chacel, Federica Montseny, María Teresa León o Pasionaria, sobre las leyes de divorcio y del aborto, la del voto femenino queda sin decir en pantalla y, desde un punto de vista político, quizá sea la más importante. Omitir dicha ley, conlleva el olvido de Clara Campoamor, a quien la película nombrará de pasada avanzado el metraje, junto a otras imprescindibles como Maruja Mallo y Margarita Xirgu. Campoamor, miembro del partido radical, fue la principal valedora y promotora del voto femenino que finalmente fue aprobado en las cortes republicanas, a pesar del rechazo de Victoria Kent y los socialista, temerosos de que el voto femenino fuese a parar a los partidos de la reacción. De paso, María querida quiere hablar del exilio, recordar la <<diáspora del exilio>>; el colaborador de Lola le apunta los nombres de Antonio Machado y Rafael Alberti. Pero la película que Lola pretende realizar es la biografía de Zambrano en la que la propia escritora hable de su juventud y de la influencia de Ortega en su pensamiento; aunque García Sánchez remarca que la filósofa prescinde o reduce el discurso racional de su maestro y se desvela más intimista y poeta que aquel. Los autores hacen hincapié en esto; insisten y, para ello, hace que su escritora recite versos de Antonio Machado, símbolo trágico de aquella España. En su docudrama, García Sánchez acerca la figura de Zambrano mediante datos biográficos y la imagen contenida de Bardem, caracterizada para ¿parecerse? a la filósofa, que resulta inimitable, y recurriendo a líneas sueltas de su pensamiento, pero el film no logra representarla ni transmitir su esencia, ni aprehender su pensamiento, menos aún dar con ella. Para eso, aunque suene a tópico, tanto como puedan sonar los personajes que asoman en la pantalla, resulta mucho mejor leerla y que ella misma hable directamente sin intermediarios que interpreten por ti, que, al fin y al cabo, es por quien doblan las campanas…
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