Cinco años antes de rodar Prim (1930), José Buchs había adaptado una novela de Pérez Galdós, El abuelo (1925), pero ahora no se trataba de adaptar un original literario del escritor, cuyo episodio nacional, el 39, pretendía retratar la época, no al personaje que da título a la obra, aunque tal vez sí valerse de la historia que Galdós noveliza en Prim, una de las novelas que componen la cuarta serie de Episodios nacionales, para ayudar a crear su biografía cinematográfica sobre uno de los personajes politico-militares más importantes y prestigiosos del siglo XIX español, un personaje que quiso llevar a España hacia la modernidad y el liberalismo, pero con la quijotesca idea de buscar un rey afín a esas ideas liberales que parte del pueblo, palabra que sin matizar parece que engloba, aunque siempre que se nombra en su totalidad (persiguiendo un fin) resulta excluyente, y parte de los estadistas carecían… Pero la película no es un discurso liberal, sino una producción épica realizada durante la agonía de la dictadura de Primo de Rivera y el paso a un periodo que se pretende más tolerante, como un regreso al status quo previo, a la monarquía de los Juan de la Cierva, Romanones, García Prieto y Cía. Cae la dictadura primorriverista y su lugar lo ocupa la dictablanda del general Berenguer, cuando los republicanos conspiran ya sin apenas disimulo, tal como parecían hacer en la época de Prim, pero vigilados por un imperturbable Emilio Mola al frente de la Dirección General de Seguridad.
Película de transición entre el cine silente y el sonoro, parte de la misma seria posteriormente sonorizada en Francia, Prim encuentra su personaje principal en el interpretado por Rafael María de Labra, que da vida al coronel, después ascendido a general del ejército, que representa al liberal que, consecuente con sus ideas y las necesidades de la época, propone la independencia de Cuba. Ese oficial es Prim, el político y militar que se convierte en el hombre fuerte al liderar la oposición al gobierno conservador de Narváez, que primero asoma en la pantalla como general regente y posteriormente como presidente del Consejo. A Prim se le desterrará tras ser acusado de intentar asesinar a Narváez, pero su participación en la guerra de Marruecos, en concreto en la batalla de los Castillejos, filmada con holgura de medios por Buchs, le devuelve al primer plano de la política española y desde ahí, hasta su muerte el 30 de diciembre de 1870, orienta la política nacional hacia la búsqueda de una monarquía liberal. Su último gesto es encontrar ese monarca. Lo haya, o así lo cree, en Italia, en Amadeo de Saboya (Santiago Aguilar), que llega a España acompañado de su generosa mujer y con las ilusiones de “un niño con zapatos nuevos” —hoy, quizás, para entender la expresión sería mejor decir con teléfono móvil nuevo—, ilusiones que no tardan en verse frustradas debido al rechazo y a la idiosincrasia de un país que, desde los reyes católicos y su política centralista, se encuentra en no pocos momentos de su historia posterior a punto de estallar en las partes que lo componen… El día que el nuevo monarca arriba a la península Ibérica coincide con el del asesinato de su valedor en la madrileña calle del Turco. ¿Qué hubiera sucedido si Prim no fuese empujado a la muerte esa jornada de diciembre? Tal vez, Amadeo se sintiese arropado por quien le puso en el trono donde apenas dura un año, tras el cual dimite; algo que nunca había sucedido antes… Prim, natural de Reus, es un liberal que llega a la presidencia del Consejo de ministros, pero cuyo carácter e ideología progresistas molesta a las mentes más reaccionarias, que no son pocas. Su lucha, es la lucha de una parte de España contra la otra, en unas centuria en la que dicho enfrentamiento ya se inicia con la llegada de Napoleón y el posterior regreso de Fernando VII, el deseado, aunque los liberales de Cádiz comprenderían que hay que tener cuidado con lo que se desea porque puede cumplirse. Con Fernando VII se regresa al autoritarismo y los pequeños avances reales obtenidos sufren con el borbón. A su muerte, el trono queda para su hija Isabel, aunque no todos se muestran de acuerdo y se produce el levantamiento de los partidarios de Carlos María Isidro, el hermano de Fernando y el tío de la sobrina a la que disputa el trono de España, un país en constante contradicción y lucha interna, como desvelan las guerras carlistas que se suceden desde entonces hasta la guerra civil de 1936-1939, que fue una carlista en parte, aunque su todo fue más complejo puesto que otras fuerzas entraron en batalla… En todo caso, la política de Prim se posiciona en las antípodas de los monárquicos conservadores. Su pensamiento ve la necesidad de que la burguesía, durante buena parte del XIX de tendencia liberal, se haga con las riendas del país; tal vez persiga la creación de una monarquía “aburguesada” como la de Alfonso XIII. El mismo Juan Prim y Prats nace en el seno de una familia burguesa, aunque posteriormente reciba, como otros burgueses, títulos aristocráticos, en su particular los de conde de Reus, marqués de los Castillejos y vizconde de Bruch…
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