miércoles, 17 de febrero de 2021

Jesucristo Superstar (1973)


Salvo La vida de Brian (The Life of Brian, Terry Jones, 1979) y El evangelio según San Mateo (Il vangelo secondo MatteoPier Paolo Pasolini, 1964), poco o nada me dicen las versiones de Nicholas Ray, Franco Zeffirelli, Mel Gibson y otras recreaciones, hagiografías o fabulaciones cinematográficas sobre la vida y la pasión de Jesús de Nazaret. Y la pasión según Norman Jewison —basada en el musical de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice— no es diferente en la indiferencia que me provoca. Por ese motivo, seré breve, aunque no tanto como para concluir aquí el comentario. Si prescindo de los primeros minutos, en los que todavía ignoro el desarrollo de la idea, el resto del metraje se me hace cuesta arriba. Cada poco tiempo, siento ganas de verla por versículos o de emplear una polea que me aligere la subida. En realidad, siento la necesidad de desconectar (y lo hago) de esta ópera rock cinematográfica que, al igual que el musical homónimo, generó controversia y disparidad de opiniones. Más que por cuestiones de calidad cinematográfica, que la tiene en su diseño visual y en su fotografía, supongo que la controversia la generó su enfoque en apariencia rupturista —hubo y hay quien lo considera un punto y aparte en el musical; y posiblemente lo sea desde una perspectiva genérica— y el retrato musicalizado que hace de un personaje del que, siendo honestos, apenas se sabe nada. Lo que conocemos de Jesús es, en su mayoría, parte del mito, de la leyenda o de los textos asumidos por el cristianismo como fuentes oficiales, tiempo después de lo narrado en ellos. Esos escritos son la base de su credo, y de ahí que a los menos tolerantes les disgustase la imagen que asoma en el film de Jewison, la de un hombre que vive su pasión cantando y siendo ensalzado por las masas que le siguen y lo convierten en la estrella mediática de la que Judas (Carl Anderson) duda, y a la que acusa de indiferencia respecto a los males del mundo. Lo cierto es que nada se le puede reprochar a Jewison, pues, desde el inicio de su segundo musical —me resultó algo más ligera la pendiente del primero—, es honesto con su propuesta. Muestra de manera clara que va a representar —el elenco desciende de un autobús e inicia los preparativos— y que su representación diferirá de las ya expuestas en la pantalla, porque será un musical novedoso, entre hippie y, en apariencia, rebelde, aunque Jesucristo Supestar (Jesus Christ Superstar, 1973) nada tiene de rebelde ni de revolucionario, porque no se rebela contra nada, solo sigue una tendencia iniciada años atrás —la sociedad estaba transformándose, quizá buscando liberarse de cadenas del pasado para buscar otras nuevas, más permisivas y hedonistas— y que, hoy, no escandaliza ni sorprende a nadie, o así lo asumo.



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