La preparación del asesinato del heredero a la corona austrohúngara y la relación que mantiene la pareja real ocupan la atención de Atentado: el día que cambió el mundo (Atentat u Sarajevu, 1975), pero hay un momento, de apenas dos minutos, que resulta de lo más interesante del film de Veljko Bulajić. El archiduque Franz Ferdinand (Christopher Plummer) y la condesa Sophia (Florinda Balkan) acuden a despedirse de sus hijos, que están con su preceptor. Posiblemente sea la hora de la clase de historia, puesto que el profesor les ha preguntado en qué año dio comienzo el siglo XX. El heredero al trono no duda en mostrar su enfado, ya que le parece una pregunta inútil, que nada aporta a la educación de sus hijos. El docente le indica que la cuestión es de mayor complejidad, pero, para el Archiduque, la respuesta es simple y la pregunta una pérdida de tiempo; y así se lo hace saber al maestro. Cuando sale de la habitación, le comenta a su mujer algo similar a “nosotros celebramos la entrada de siglo el Fin de Año de 1899”. En cambio, los niños han contestado que la fecha es 1901, puesto que las series numéricas, explicó uno de ellos, comienzan en la unidad. Sin embargo, desde una perspectiva social, política e histórica, el siglo XIX no concluye con el fin de 1899, del mismo modo que el XX no se inicia en ninguna de las dos opciones comentadas, al menos, no el comienzo que distancia el presente de su pasado inmediato. La fecha que cambia el siglo, y la historia, la que da salida al nuevo orden secular, geográfico, político y social, escapa a la comprensión de quienes la viven en su ahora, algunos, nunca llegaron a conocerla. Ese momento fue de larga duración (cuatro años) y su primer día podría ubicarse jornadas antes, el día mismo y los siguientes a los asesinatos de Franz Ferdinand y Sophia en Sarajevo, a manos de un grupo de independentistas bosnios, de origen serbio. Este instante significó, después de cuatro años de guerra mundial, el final de los imperios austrohúngaro, alemán y ruso y un nuevo mapa europeo. El día 28 de junio de 1914, los imperios de Austria-Hungría y Alemania encontraron su excusa para iniciar una guerra que calcularon mal, tanto en tiempo como en alcance. Lo mismo podría decirse de quienes llevaron a cabo el atentado, jóvenes arrastrados por ideales que les obcecan e impiden comprender que su acto criminal no les reportará la finalidad que persiguen. De hecho, emplean palabras sin comprenderlas. Son incapaces de entender las complejidades y los conflictos de su época, que ellos reducen sin plantearse si son marionetas, si su acto los convierte en tiranos o si existen intereses que no alcanzan a comprender. Con la caída de los regímenes monárquicos se produjo una serie de efectos, como fue la desaparición de viejos estados y la aparición de nuevos. También resulta curioso y confirma la fugacidad humana, geopolítica e histórica que de los cuatro países que produjeron Atentado: el día que cambió el mundo —Yugoslavia, Checoslovaquia, R.F.A y Hungría—, a día de hoy, solo uno exista como tal. Y esto fue debido a otra fecha que cambió el mundo, una que podría ubicarse en 1991, con la caída del comunismo, momento en el cual se podría decir que concluyó el período iniciado aquel ya lejano día de 1914.
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