No sin parte de razón, la asociación de asteroides ha expresado que todas ellas, desde las supergigantes hasta las subenanas, se consumen en vidas ardientes. Si mal no recuerdo, permítanme que lo compruebe... Sí, aquí las tengo. Hay varias declaraciones de enanas amarillas que lo confirman. En una, ídem dice, cito: <<Incluso las más cercanas, sufrimos ardores y ardemos en vidas solitarias, y por falta de compañía suspiramos destellos que acaban en la distancia>>. Los datos de los expertos corroboran que viven bastante alejadas entre sí y que al final se apagan, cierto, pero eso lleva su tiempo. Los estudiosos también desvelan que las estrellas consiguen luz propia, esplendor, calidez abrasiva y... Y en su momento de intensidad lumínica no experimentan la certeza de que hoy son y mañana dejarán de serlo, quizá porque su mañana se presente entre tres mil y diez mil millones de años después.
Nadie niega que sufran lo suyo, ¿cuál de nosotros no sufriría consumiendo, milenio tras milenio, hidrógeno y helio? ¿O acumulando gases en el interior y cambiando de color cada miles de millones de años? También a las medianas les ocurre, pero, y entrecomillo el “pero”, pido que no se las tenga en cuenta, puesto que algunas mantienen idilios con los cuerpos sin luz propia que se ponen a tiro. Aunque no es cuestión de airear, aquí y ahora, una realidad ni helada ni bochornosa, bien sabemos que la relación es posible y plausible, enérgica, natural y física, si ambos guardan la distancia adecuada para que ni se enfríe ni se hornee en extremo; en ese punto, ni unas vacaciones tras aquella nebulosa evitaría el fin de la agradable atmósfera que ha envuelto el idílico romance. Dicho esto, solo me queda concluir, pero no sin antes decir que no seamos cuerpos celestes hipócritas, que ninguno desconoce esto, eso y aquello, salvo aquel cometa que habló por hablar y se fue sin apenas dejar constancia de su paso —como corroboran las imágenes captadas por la cámara de vigilancia del punto cuatro del cuadrante 23. Cierto que por un tiempo, la cizaña sembrada por el cometa trajo cola y que la amenaza de aquel agujero negro oscureció un poco el ambiente. Hubo alguna queja, algo de polvo estelar y varios giros discordantes, como el de la enana amarilla que, en una explosión de ira, enrojeció y aumentó el volumen de su núcleo antes de iluminar un cegador <<¡Yo soy Solete y protesto, y vuelvo a protestar, y lo haré de nuevo y muchas veces más!>> Y continuó protestando hasta que su fuego juvenil dio paso a un ardor más pausado.
<<Era una estrella que había dejado tras de sí las ardientes extravagancias de su juventud, había recorrido los violetas y azules y verdes del espectro en unos cuantos fugaces miles de millones de años, y se había instalado ahora en una pacífica madurez de inimaginable duración. Todo cuanto había sucedido antes no era ni una milésima de lo que estaba por venir; la historia de esta estrella apenas había comenzado.>>1
Inspector ~ Escena de Cuerpos celestes. Discusión en la galaxia. Episodio MMDCCCLVI, primera parte.
P. D: Dos mil episodios atrás parecía que el asunto de la galaxia estaba resuelto, que ya no daba más de sí, pero entonces contrataron a C y revolucionó la serie, que continuó dando bastante menos. Y eso gustó tanto que le ha sobrevivido y nada parece indicar que su final sea cercano.
1. Arthur C. Clarke. 2001. Una odisea espacial.
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