Respecto a su novela Los demonios (1872), Dostoievski dijo que en ella había <<tratado de describir, una vez más, los múltiples y diversos motivos que pueden llevar a los hombres, incluso a los más inocentes y puros de corazón, a cometer un crimen tan monstruoso>>. Esos múltiples y diversos motivos que afectan de manera distinta y pueden llevar a cometer crímenes monstruosos no son selectivos, pueden presentarse en cualquiera y en cualquier lugar, si se dan las condiciones precisas para que surjan en la oscuridad de pensamientos que, poco a poco, se dejan escuchar en las interioridades que los generan y sufren. Dichos demonios son reales, no se trata de fantasías con cuernos y colas, sino de necesidades, pensamientos, obsesiones, sensaciones, forman parte de la humanidad, lo mismo que podría formar aquello que se considera “divino”. Los demonios de Onibaba (1964) son reales, surgen del hambre, de la muerte, de la necesidad, de las diferencias sociales y de la soledad de un tiempo de guerra que condena a sus personajes femeninos a residir en un averno de juncos y de sufrimiento que se ubica en el Japón del siglo XVI, durante un periodo que descubre al país inmerso en la constante y sangrienta lucha que condiciona la cotidianidad de las protagonistas. El inicio de esta fantasmagórica e inquietante poesía cinematográfica propuesta por Kaneto Shindô habla de como una mujer madura (Nobuko Otawa) y su nuera (Jitsuko Yoshimura) malviven del asesinato, robando y deshaciéndose de los cadáveres de los guerreros samuráis que se pierden por sus míseros dominios: un cañaveral que se ha convertido en su hogar y en el feudo por donde transitan solitarias y obligadas a acabar con las vidas de los intrusos, a quienes roban las pertenencias que después cambian por un poco de comida. Este espacio espectral es su reino, ajeno a la presencia masculina que les habría sometido en el pasado —una sociedad patriarcal contra la que se rebelan las protagonistas—, quizá por tal sometimiento la mayor de ellas muestra resentimiento hacia sus víctimas, a quienes considera verdugos de su hijo y de su marido, pero también los culpables de su situación y de la de su género, mientras, su joven compañera es la única que la aparta de la soledad más absoluta.
martes, 8 de enero de 2013
Onibaba (1964)
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