Ni es miembro del partido ni simpatiza con el alto mando, sin embargo, el general Harras (Curd Jürgens) sólo muestra su disconformidad mediante sus comentarios jocosos y bebiendo hasta embriagarse, no obstante se niega a ser un títere del general Schmidt-Lausitz (Viktor de Kowa), oficial de la SS que no tarda en detenerle para que cambie de opinión. El general del diablo (Des Teufels General) se desarrolla en la Alemania nazi, cuando el país se encuentra bajo el dominio de un estado totalitario que sobrevive gracias al control y al temor que infunde, pero también como consecuencia del conformismo y del silencio de individuos como el general, que no se enfrenta con un sistema de terror en el que no cree, pero dentro del cual ha escalado posiciones hasta alcanzar un puesto de gran relevancia en la Lutfwaffe. A pesar de ser tiempo de guerra y carestía los oficiales que se reúnen en el restaurante gozan de manjares exquisitos y buenos licores, pero además de esa opulencia para la minoría también se observa un micrófono oculto que permite que sus conversaciones sean escuchadas sin que ellos lo sepan. En esa reunión se descubre que una de las preocupaciones de Harras se centra en los fallos mecánicos de los nuevos aviones de combate, cuestión que le intranquiliza porque es el máximo responsable de la fuerza aérea; sin embargo, no le preocupa lo suficiente como para no fijarse en las mujeres o servirse otra copa. Su comportamiento desvela mayor interés hacia "Diddo" (Marianne Koch) que hacia una realidad que ignora a sabiendas, porque de ese modo no se consideraría parte de la misma. Pero todo cambia cuando, creyéndose intocable, la policía secreta le encierra y le aísla durante un periodo con el cual se pretende minar su resistencia a la implantación de un cuerpo de la SS dentro de la Luftwaffe. Durante su encarcelamiento nadie sospecha o quiere sospechar que su ausencia no se debe al viaje al que alude un comunicado oficial; quizá por el miedo a unas vacaciones similares nadie hace preguntas sobre su paradero. Los días transcurren sin que Harras sepa qué ocurre, ni por qué permanece incomunicado en una celda donde su carácter está siendo doblegado a la voluntad de Schmidt-Lausitz, cuyas palabras desvelan su férreo compromiso con los ideales impuestos por el régimen al que sirve. El film dirigido por Helmut Käutner plantea dos posibles comportamientos ante este tipo de estado demencial: la de permanecer al margen o la de asumir responsabilidades y enfrentarse a la realidad. Así pues, la conciencia de Harras despierta cuando se sincera y asume su parte de culpa en el auge de una ideología destructiva y totalitaria; y aunque nunca la apoyase, tampoco alzó su voz para oponerse a un sistema que sabe dañino para su país, ni siquiera cuando mostraba su disconformidad mediante sus críticas silenciosas y su actitud distante.
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