A pesar de contar con grandes títulos en su haber, ya sean western, producciones de aventuras o sus aportaciones al cine policíaco, Henry Hathaway sigue siendo uno de los realizadores clásicos menos reconocidos a la hora de evaluar la importancia de una carrera artística que se inició en la década de 1930 y concluyó en la de 1970. Hacia el final de la misma, en pleno auge del western crepuscular, Hathaway realizó Valor de ley (True Grit) desde una perspectiva clásica que presenta a un antihéroe desfasado en el tiempo y en el espacio, ya que los hombres como él o bien han desaparecido o bien son mal vistos por los miembros de una comunidad que los consideran reliquias incivilizadas de un tiempo pretérito. Pero Rooster Cogburn (John Wayne), rudo agente del gobierno que se dedica a dar caza a forajidos, se resiste a rendirse ante ese nuevo oeste que ha sustituido al viejo con el que se sentía plenamente identificado. La primera imagen del film se detiene en una rancho donde se descubre a Mattie Ross (Kim Darby) controlando las cuentas y aconsejando a su padre (John Pickard), antes de que este parta en viaje de negocios y sea asesinado por el hombre que trabaja para él. Inmediatamente después de la muerte del señor Ross la acción regresa a Mattie, recién llegada a la ciudad donde debe de recoger el cadáver paterno, y donde muestra sus dotes para negociar o para sacar de quicio a quien se atreve a llevarle la contraria. Su aparición en la villa se produce en el mismo instante en el que los ciudadanos se encuentran pendientes de una triple ejecución, acontecimiento social que nadie se quiere perder, aunque a la adolescente lo que realmente le importa y obsesiona es que el siguiente ajusticiado que cuelgue de la soga sea el asesino de su padre. Mattie se convence de que si ella no se encarga personalmente de atrapar a Tom Chaney (Jeff Corey) nadie lo hará, de modo que decide contratar al agente más duro del territorio: Rooster Cogburn, a quien se descubre propinando una patada a uno de sus presos para que este avance hacia la cárcel. Así de rudo es este maduro y decrépito defensor de la ley, aficionado a la botella y dispuesto a apretar el gatillo si las cosas se ponen difíciles, al menos eso es lo que se interpreta de su testimonio durante el juicio de uno de sus detenidos, cuando confirma que en los cuatro años que lleva trabajando para el gobierno ha matado a veintitrés proscritos, cifra que demuestra su firme creencia en la fuerza como medio viable (y efectivo) para impartir justicia. El tercer vértice del heterogéneo triángulo que emprenderá la búsqueda de Chaney resulta ser un joven ranger de Texas llamado La Boeuf (Glen Campbell), que propone a Mattie unir fuerzas para encontrar al fugitivo, cuestión que la adolescente rechaza categóricamente cuando este le dice que, una vez atrapado, el criminal será juzgado en Texas por la muerte de un senador. Valor de ley transcurre dentro de una narrativa desarrollada en su práctica totalidad en espacios abiertos, por donde se observa como el viejo borrachín, la adolescente testaruda y el joven ranger comparten un itinerario que apunta hacia un enfrentamiento entre lo antiguo y lo moderno, pero que deriva hacia la admiración y la amistad que se gesta desde su convivencia en un territorio donde el agente de la ley se siente a sus anchas, debido a la ausencia de esa civilización en la que nunca se siente a gusto. Así pues, Valor de ley expone el crepúsculo de un hombre que se niega a aceptarlo, aferrándose a sus costumbres, a su soledad, como no puede ser de otra manera dentro de un entorno que le rechaza, y a su botella, dispuesto a revindicar que, a pesar del cambio que se ha producido en el oeste, piensa continuar fiel a su naturaleza y a su irónica situación.
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