El León de Oro otorgado a
Hana-Bi en el festival de cine de Venecia fue el reconocimiento internacional para la carrera cinematográfica de
Takeshi Kitano, actor, pintor y un cineasta capaz de realizar un film descarnado, por momentos violento, pero siempre poético. Esta silenciosa reflexión sobre el desencanto se descubre desde personajes como Nishi (
Beat Takeshi), un ex-agente de policía incapaz de olvidar la muerte de su compañero, de la cual se culpa, como tampoco puede dejar de pensar en su fracaso matrimonial a lado de una mujer (
Kayoko Kishimoto) que padece una enfermedad terminal. A su lado se descubre la inexpresividad que lo dice todo, ya que con ella se comunica desde la soledad, el silencio y la inmovilidad que marcan sus visitas al hospital donde comparten la amargura que nace del recuerdo de una hija fallecida y de la decepción de una vida en la que el desencanto se ha convertido en parte de la misma. La realidad de Nishi ha hecho de él un ser desgarrado, incapaz de encontrar un lugar donde la armonía sustituya a la desesperanza que también se hace fuerte en su amigo Horibe (
Ren Ohsugi), quien, tras caer herido en acto de servicio, es abandonado por su familia a una soledad que le convence de que para él la existencia ya no tiene sentido. El intento de suicidio de Horibe y la enfermedad de su esposa provocan que, por una vez, Nishi se decida a actuar al margen de la ley, perpetrando un atraco a una sucursal bancaria para conseguir el dinero que le permita saldar sus deudas con la yakuza y posibilitar que su compañero herido, en cuerpo y alma, vuelva a sentirse vivo. Pero esto solo es una parte del pensamiento del protagonista, ya que en su mutismo se observan intenciones, frustraciones y deseos que lo deciden a emprender en compañía de su mujer un viaje final que les posibilita recuperar por un suspiro una relación condenada por la certeza de la muerte, siempre presente en
Hana-Bi y en su poética y triste reflexión, que emplea el silencio como recurso para mostrar la amistad, el amor, la decepción y el dolor que desaparece durante el recorrido con el que la pareja busca enmendar errores del pasado y encontrar un presente hermoso y fugaz que concluye a orillas del mar donde ambos contemplan el movimiento armónico de las olas, un lugar donde la belleza les rodea y donde comprenden que se encuentran ante el cierre de su ciclo vital.
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