A lo largo de la filmografía de John Boorman la naturaleza, el primitivismo, el conflicto y la supervivencia se evidencian y cobran mayor protagonismo en Inferno en el Pacífico (Hell in the Pacific, 1968), Defensa (Deliverance, 1972) y La selva esmeralda (The Emerald Forest, 1985), pero también se dejan ver en la nostálgica Esperanza y Gloria (Hope and Glory, 1987) o en la fantasía artúrica Excalibur (1981), cuya magia nada puede contra el deseo que nace en otra naturaleza: la humana. Junto Defensa, Excalibur quizá sea la película de mayor prestigio de John Boorman, además de ser una de las más personales y de las más difíciles de llevar a cabo, ya que no le resultó tarea sencilla dar forma cinematográfica a la época, a la búsqueda y a las luchas artúricas.
La fantasía y la magia conviven entre la violencia y la sangre que priman durante el prólogo que Boorman introduce a ritmo de O fortuna —de Carmina Burana; música de Carl Orff— para mostrar un reino dividido que, por un instante, se une bajo el mando de Uther Pendragon (Gabriel Byrne), un rey fiero y visceral que incumple su promesa de paz cuanto despierta su pasión como hombre. El monarca se deja llevar por su carnalidad sin importarle las consecuencias que sus actos deparen para el reino. Su vida y su mundo son la sucesión de luchas y placeres, de conquistas y muertes, de la magia que le exige al mago Merlin (Nicol Williamson), quien le concede la apariencia del enemigo para que pueda yacer con la mujer de aquel. Y por obra del mago, el rey se trasforma y entra en el castillo de su rival, donde Igraine (Katrine Boorman) y él copulan en presencia de la niña Morgana, que primero llora por la muerte que intuye y después observa a quien, teniendo la fisonomía paterna, sabe que no es su padre. La semilla de la leyenda artúrica se planta en ese instante y sigue su curso cuando Merlín se lleva consigo al recién nacido, que será el futuro rey y el creador del sueño de Camelot, la utopía o la igualdad presumida por el monarca, aunque solo lo sea entre sus caballeros y ninguno se pueda igualar a él; algo así como lo expresado por George Orwell en Rebelión en la granja: «Todos los animales son iguales, pero hay animales más iguales que otros». Los años que siguen a la muerte de Uther desata la ambición de los caballeros del reino sin rey, que se pelean ante la espada Excalibur por el derecho a intentar arrancarla de la piedra donde el monarca la insertó antes de morir. Quien la extraiga de la roca será el nuevo monarca, y ese no es otro que el imberbe Arturo (Nigel Terry), quien todavía desconoce su origen y el destino que le aguarda más allá de los primeros días de florecimiento, amor, amistad y paz, que darán paso a nuevas jornadas de guerra y a la desesperada búsqueda del grial que cicatrice la herida de la tierra y del rey, una herida abierta tras la infidelidad consumada por la reina Ginebra (Cherie Lunghi) y el caballero Lanzarote (Nicholas Clay) y el engaño perpetrado por la bella hechicera Morgana (Helen Mirren), el personaje del film y quien seduce a Merlin y a Arturo, su medio hermano, para alcanzar su venganza, la eterna juventud y el poder que le permita coronar a su hijo Mordred (Robert Addie).
Aparte de Deliverance, otra película que me gusta muchísimo de Boorman es A quemarropa (1967), con un espectacular Lee Marvin de protagonista.
ResponderEliminarSaludos.
De Boorman, junto “Deliverance”, “A quemarropa” también es de mis favoritas. Magnífico thriller y, como apuntas, Marvin está espectacular.
EliminarSaludos.