El primer cortometraje realizado por Andrei Tarkovski durante su etapa de estudiante de cine en el VGIK adaptaba al celuloide el relato de Ernest Hemingway The Killers —que ya contaba con una primera versión a cargo de Robert Siodmak, que lo había llevado a la pantalla en Forajidos (The Killers, 1946)— en un film de apenas veinte minutos de duración que el futuro realizador de Solaris (Solyaris, 1972) dirigió junto Aleksandr Gordon, con quien volvería a rodar en Hoy no habrá salida (Segodnya uvolneniya ne budet, 1959), y Marika Beiku, cuya filmografía se reduce a esta práctica cinematográfica. Los tres estudiantes desarrollan la trama en dos espacios cerrados y opresivos donde agudizan la tensión y la imposibilidad, que van enrareciendo el ambiente. La mayor parte del metraje de Los asesinos (Ubiytsy, 1956) transcurre en un bar donde dos asesinos profesionales (Vadim Novikov y Valentin Vinogradov) aguardan la llegada de Ole Anderson (Vasiliy Shukshin), “el sueco”, a quien tienen el encargo de eliminar. Allí dialogan con el barman (Aleksandr Gordon) antes de dejar claras sus intenciones. Poco a poco, la atmósfera se enrarece, el espacio resulta claustrofóbico y los aprendices de cineasta emplean encuadres desde distintos puntos para remarcar esa situación de encierro. El otro espacio es la habitación del sueco que, tumbado y fumando, acepta y aguarda su destino. El estilo de Los asesinos dista del que años después hará de Tarkovski uno de los cineastas más reconocidos de la historia del cine, pero en ese momento, cuando tiene veinticuatro años y todavía es un estudiante que acaba de iniciar sus estudios, el film no deja de ser un ejercicio que le sirve como toma de contacto con la dirección y el guion, bajo la supervisión de Mikhail Romm, prestigioso cineasta soviético y profesor de dirección en la escuela de cine de Moscú.
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