martes, 23 de marzo de 2021

Babe (1995)


¿Por qué gusta Babe al público adulto? Primero porque es un cerdito de cuento, bien parecido, dialogante y emocional, y sabemos que los cuentos gustan por igual a infantes y adultos, así como gusta vivir del cuento o creer que la vida es un cuento, con héroes y heroínas, o como una caja de bombones en las que sí sabes los que te pueden tocar, pues la propia caja limita las opciones de su contenido. Los cuentos nos hacen creer en hadas, en sueños, en aventuras, fantasías y magia. Segundo, Babe (1995) gusta porque es un film de visión cómoda y conformista, que asume ingenuidad y así se gana a la mayoría, que desea verse reflejada en el cerdito ovejero, en su inocencia, en su bondad y en su negativa a aceptar que limiten sus opciones. Es el espejismo que ofrece la imagen de ser distinto a lo establecido. Vamos, algo así como el creer salirse de la norma y de ser especiales, de formar parte de esa cantinela que tanto gusta de ser únicos y al tiempo respetuosos con la unicidad de los otros. Nos gusta Babe porque cambia su destino, pero lo cierto es que él no lo cambia, sino que le permiten el cambio, e incluso lo guían durante el proceso, que solamente es posible porque se trata de un solo individuo y no de toda su especie. Por eso da resultado y tiene éxito, porque es una curiosidad para el orden establecido, incluso le resulta graciosa, como también lo hace el pato Ferdinand, el primer rebelde y quizá el inadaptado Mad Max de la granja. La historia de Babe gusta porque es una historia de superación sin momentos crueles. En su recorrido lo más doloroso resulta la muerte de la anciana oveja Ma a dientes de los “lobos” y la acción de un gato que, con el fin de herir a Babe, habla y le dice la verdad, lo que viene a corroborar que la verdad es lo último que se pretende decir en el entorno del cerdo, a quien ya desde el primer instante se le engaña, puesto que piensa que su madre y su padre son conducidos al paraíso porcino del que él, como excepción, se salva.



El mundo ya había sido reducido a una granja por George Orwell en Rebelión en la granja, pero en su novela/metáfora se refleja un régimen totalitario y lo que conlleva. En el film de Chris Noonan no hay espacio para la realidad ni la crítica, solo hay lugar para el sueño y la fantasía que prefiere y se decanta por la inocencia y la pureza de <<un corazón sin prejuicios y de cómo cambió nuestro valle para siempre...>> Ese corazón, a la vez fuerte y limpio de prejuicios, es Bebe, es el corazón que deseamos para nosotros pero solo nos es factible en ese instante de conexión cinematográfica, porque, se quiera o no, nuestro entorno real difiere de la fantasía en la que vive el bueno de Babe. A pesar de su victoria, nada cambia en el orden de las cosas, solo la unidad, un individuo, en este caso un cerdito valiente, puede romper y conseguir una liberación individual, porque el grupo se lo permite, ya que su comportamiento y sus diferencias respecto al resto resultan pintorescas y estrafalarias, incluso habrá quien, entre los miembros del jurado y del público que se reúnen en el concurso, lo etiqueten con un ambiguo y terrorífico “cuqui” mientras aplauden su victoria y su lección de humana “porcinacidad”.




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