Las cuatro plumas (1939)
La predilección de Zoltan Korda por los espacios abiertos la afirman sus películas ambientadas en India, Nigeria, Sudán o Sahara donde desarrolla aventuras y, en ocasiones, el imperialismo británico que se impone e impone el orden defendido por los oficiales retirados que se reúnen al inicio de Las cuatro plumas (Four Feathers, 1939). Aunque el film luce mejor en los escenarios africanos, la introducción de estos personajes en un salón cerrado y muy inglés resulta fundamental para el devenir de la trama, puesto que sus palabras determinarán el futuro del niño que los escucha. Reunidos alrededor de la mesa presidida por el general Faversham (Allan Jeayes), los distinguidos caballeros rechazan la cobardía y ensalzan el honor, la valentía y el patriotismo, entre otras señas de identidad que consideran indispensables e inherentes a los oficiales y al imperio británicos. Se precian de ser lo uno y de pertenecer a lo otro, lo asumen y presumen como hace el general Burroughs (C. Aubrey Smith) cuando exagera su heroicidad y su importancia durante la carga que lideró años atrás en Crimea. La conversación no funciona como suma de anécdotas de viejas glorias militares, establece el orden de clase que condiciona el pensamiento del niño que, sin pestañear, escucha como su padre sentencia que <<no hay cabida en Inglaterra para cobardes>>. La negación paterna establece los inamovibles (valor, patria, ejército, deber) que años después convierten a Harry Faversham (John Clemens) en paria, cuando presenta su renuncia militar y, sin ser consciente, reniega de su identidad heredada. Antepone su vida personal, al lado de Ethne (June Duprez), a una carrera militar que inició por no contrariar ni decepcionar a su padre. Pero muerto este, no encuentra sentido al militarismo, hasta que siente el rechazo social, representado en las tres plumas que le entregan sus compañeros y en el disgusto que evidencia Ethne cuando le informa de su proceder. En ese instante, Harry comprende que también ella piensa que su comportamiento responde a un acto de cobardía, cuando, en realidad, tiene su origen en el deseo de compartir una vida común y prioritaria a la tradición y al código de honor que, hasta sentir la decepción de su prometida, considera impuestas y prescindibles. ¿Ama al hombre o ama la imagen que proyecta sobre él, aquella que se rompe tras conocer su renuncia? La reacción de Ethne simboliza la cuarta pluma, que se une a las anteriores que, si bien resultaban insuficientes para despojarle de su identidad, ahora cobran fuerza con la cuarta, la cual provoca que Harry dude de sí mismo y ponga en entredicho los motivos que le llevaron a abandonar el regimiento. Como consecuencia, cree que es un cobarde y necesita probar que no lo es. De modo que necesita la aprobación externa para recuperar su autoestima y el lugar que le corresponde dentro del orden que puso en duda, y que ahora duda de él. Esta idea precipita su aventura en Sudán, donde las tropas anglo-egipcias se preparan para reconquistar el territorio perdido años atrás, pero no lo hace como militar británico, no puede, ya que ha perdido su identidad. De hecho, no se identifica con nada y quizá por ello se haga pasar por un Sangali, errante, sin voz y sin uniforme. El disfraz no esconde, sino que evidencia su inexistencia, al tiempo que le permite transitar por un entorno bélico como si fuese invisible. Ubicada la acción en Sudán, el mediano de los hermanos Korda no insistirá en este aspecto psicológico del héroe, sino en la odisea durante la cual recupera el lugar que le corresponde dentro del imperialismo al que intenta regresar. El cineasta prima los espacios que la fotografía de Georges Perinal capta en todo su esplendor -las naves navegando el Nilo o el desierto por donde Harry guía a John (Ralph Richardson), sin que este pueda saber quién es su salvador-, busca autenticidad -en las batallas y en los nativos- y emplea sucesivas (y breves) secuencias en Inglaterra para introducir otras psicologías, otro tipo de valor -el de John asumiendo su ceguera y Ethne afrontando lo que considera su deber- que intercala con la épica búsqueda de redención de Faversham por los escenarios sudaneses que finalmente conceden mayor encanto a Las cuatro plumas, la cuarta versión de la novela de A. E. W. Mason llevada a la pantalla y una de las producciones más dinámicas de la London Films.
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