En su carta de despedida, Lene (Nina Kunzendorf) le escribe a Nelly (Nina Hoss) que <<para nosotras no hay vuelta atrás>, pero en la época y el lugar donde se desarrolla Phoenix (2014), la inmediata posguerra berlinesa, no la hay para nadie, salvo para quienes de forma consciente o inconsciente pretenden y quieren ignorar los hechos de los que la protagonista es al tiempo testigo y prueba viviente. Cual ave fénix, el mundo y Nelly, como parte del mismo, deben renacer de sus cenizas, escombros y heridas, difíciles de cicatrizar debido al recuerdo reciente y permanente de terror y muerte. Quizá por ello, al inicio de Phoenix esta mujer carezca de rostro, destrozado por la bala que la desfiguró en un campo de concentración nazi, y exija al cirujano que le reconstruya su cara del pasado. Quiere <<ser exactamente como era>> antes de que todo cambiase, antes de sentir la muerte, la pérdida y como algo impensable fue real. Pero volver atrás resulta imposible, puesto que ya nadie podrá ser quien era antes de la destrucción y del horror que ella, y millones como ella, han sufrido en los campos de la muerte, millones que en su mayoría no regresarán, millones entre quienes se cuentan los familiares de la protagonista. Nelly es de las pocas afortunadas que sí retorna del abismo infernal, aunque regresa incapaz de reconocerse y de olvidar su existencia anterior, compartida con Johnny (Ronald Zehrfeld), a quien busca para reencontrarse (con él y consigo misma) por la nocturnidad de una ciudad donde los escombros, destrozos materiales, y la ruina moral testifican la presencia de las bombas aliadas y del recuerdo imborrable de la guerra. En ese instante en el que arranca este destacado melodrama escrito y dirigido por Christian Petzold, la superviviente todavía no comprende o no ha aceptado su nueva realidad, y con ella la certeza de que nunca podrá ser la mujer que era, ni nada ni nadie podrá serlo para ella. Sí comprende su inexistencia presente, pues no duda cuando dice que <<yo ya no existo>>, y por este motivo, y por el recuerdo de quien fue y de quien amó, necesita encontrar a su marido, a quien descubre venido a menos en un local cuyo neón asume el título del film y el nombre del ave mitológica que simboliza a la superviviente. Tras su fachada melodramática, nos encontramos de lleno con la reflexión que Petzold realiza sobre la época, sobre los comportamientos humanos y sobre la negación de responsabilidades por parte de aquellos que miraron hacia otro lado o, como en el caso de Johnny, aceptaron colaborar con la sinrazón para salvar sus vidas y adaptarse al régimen nazi. De ahí que no reconozca a su mujer cuando se produce su encuentro, ni cuando observa su parecido, más que razonable después de arreglar su cabello y su vestimenta, y le propone que se haga pasar por ella para cobrar la herencia. Aunque quizá sí sepa quien es, y quizá le niegue la existencia para no tener que enfrentarse a su culpabilidad. Pero al tiempo que Johnny le niega su identidad, la reconstruye a imagen y semejanza de la Nelly pretérita, para que reaparezca en el presente como si nada hubiera sucedido. A este respecto, le explica que debe aparecer arreglada, no como una ex-prisionera de un campo de exterminio, porque así esperan todos que regrese, como si nada hubiera sucedido ni el ahora que les toca vivir hubiera cambiado.
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