Songlian (Gong Li) pierde su nombre al convertirse en la cuarta esposa de un aristócrata (Ma Jingwu) que se refiere a ella en ese término numérico, hecho que confirma que vive dentro de una sociedad patriarcal y machista en la que ni su identidad ni sus sentimientos tienen cabida. En su misma situación se encuentran las tres primeras esposas, víctimas del dominio masculino y de la sumisión que forma parte de sí mismas, educadas en unas costumbres que las denigra y que provoca la rivalidad que se desata con la aparición de la joven recién llegada. Como cada anochecer permanecen inmóviles ante las puertas de sus casas, donde aguardan la aparición del hombre que las ningunea desde la indiferencia y la falsa superioridad, dispuestas a satisfacer sus deseos, aunque conscientes de que el patriarca encenderá las linternas rojas del hogar de la joven novedad. La primera esposa (Jin Shuyuan) se ha resignado a la certeza de que las linternas de su morada no volverán a encenderse debido a su edad, agudizando la soledad que también se descubre en el resto de cónyuges. La segunda mujer (Cao Cuifen) muestra alegría y afecto hacia la recién llegada, pero su actitud resulta ser una fachada tras la que esconde el miedo que le provoca la presencia de la joven. La tercera (He Saifei) actúa sin la supuesta resignación de sus iguales, negándose a dejar de ser el centro de atención de esa especie de barbaazul ajeno a los sentimientos que afectan a sus cuatro mujeres, ya que para él semejan posesiones que puede utilizar a su antojo. La linterna roja (Dahong denglong gaogao gua) se desarrolla dentro de un entorno opresivo, delimitado por las edificaciones donde habitan esas esposas que pierden parte de su condición humana al aceptar una realidad que no permite disfrutar de lazos afectivos. La sensación de estar contemplando una transacción comercial se refuerza con la presencia difuminada del esposo, siempre oculto tras las cortinas o alejado por la mirada de una cámara que remarca su posición de privilegio. la misma que somete a las esposas y las aparta de la posibilidad de concienciarse de la denigrante situación en la que viven. En dicha realidad las estaciones del año avanzan marcando el camino de Songlian hacia la desesperación que le produce verse despojada de cualquier opción de sentir, decidir o convivir dentro de una prisión regida por las costumbres que las han convertido en objetos de decoración que sólo lucen cuando se iluminan las luces rojas de sus casas.
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