sábado, 8 de diciembre de 2012

El coloso de Rodas (1961)


El debut oficial de 
Sergio Leone en la dirección, había dirigido aunque no firmado Los últimos días de Pompeya, se produjo con El coloso de Rodas (Il colosso di Rodi, 1961), un peplum en el que asoman algunos aspectos que el realizador desarrollaría a lo largo de su corta pero excelente filmografía, en la que destacan títulos como Hasta que llegó su hora o Erase una vez en América. A pesar de sus defectos, la ópera prima de Leone posee cierta intención de renovar un género muy arraigado dentro de la cinematografía italiana, satirizando a un héroe que se encuentra de vacaciones, preocupado por divertirse asistiendo a fiestas y sonriendo a las mujeres que se encuentran presentes, sin sospechar que pronto se verá envuelto en una situación que le supera. El coloso de Rodas, como su nombre índica, se ubica en esa isla del Egeo en una época en la que Grecia se encontraba dividida en ciudades estado, a menudo en lucha entre ellas o contra un enemigo que las amenazaba. No obstante Rodas pasa por ser un emplazamiento pacífico, perfecto para que Dario (Rory Calhoun), recién llegado de Atenas y ajeno a la situación político-social de la isla, descanse de su condición de héroe, invitado por su tío (Jorge Rigaud), y dispuesto a disfrutar de la hospitalidad del rey (Roberto Camardiel), y sobre todo de la princesa Dalia (Lea Massari), a quien evidentemente pretende conquistar, pero en quien descubre una ambición que no observa en Mirte (Mabel Karr). La presencia de Dario no pasa desapercibida para los rebeldes que intentan derrocar a un rey que se deja aconsejar por Tireo (Conrado San Martin), el villano unidimensional que sólo muestra vileza, traición y un afán desmedido por apoderarse del reino, que ya cree suyo gracias a su alianza con los fenicios que oculta en el interior de ese coloso de piedra y metal que defiende la entrada al puerto, símbolo del poder y la tiranía contra la que luchan los hombres y mujeres liderados por Peliocles (George Marchal), y posteriormente por el propio Dario, cuando éste se involucra involuntariamente en la convulsa situación insular. Sergio Leone realizó un peplum que aleja al héroe de la mitología, lo humaniza, incluso lo satiriza, no muestra su fuerza, al menos no desde el inicio, pues muestra su cinismo y su afán por desentenderse de la realidad social que oprime a los habitantes de una isla donde se desata una terrible catástrofe natural como colofón para esta historia en la que se descubre la fugacidad y la insignificancia de la ambición por la que se dejan arrastrar algunos de sus personajes.

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