jueves, 25 de mayo de 2023

Tierra de todos (1961)


Como ya he apuntado con anterioridad, el bélico de la década de 1960 rodado en España pretendía un acercamiento no ya de posturas ideológicas, visto que una de las características de las ideologías no es aceptar otras, sino que se buscaba una reconciliación nacional de las gentes, a todas luces difícil de llevar a cabo, pues seguía existiendo la misma dictadura militar (y sus adeptos), una oposición comunista en el exilio y en la sombra (y los suyos) y el resto de la población española, que vendría a ser algo así como la mayoría silenciosa, la ideológicamente ajena a los extremos y posiblemente la que abrazó con mayor alegría y buena disposición el regreso de la democracia. Intentos de aproximación cinematográfica fueron Posición avanzada (Pedro Lazaga, 1960), que se centraba en un grupo de soldados “nacionales” en el Jarama, donde, en una escena de pesca, se acercan los soldados de ambas orillas, o Tierra de todos (Antonio Isasi-Isasmendi, 1961), cuyo intento quizá fuese el más osado hasta entonces. <<Era una bonita historia que brindaba una oportunidad única: tratar por primera vez con cierta valentía el tema de la reconciliación nacional teniendo como héroe de la película, cosa insólita hasta entonces, a un soldado rojo>>, recordaba Isasi-Isasmendi. (1)



La historia bonita se inicia con dos patrullas, una “republicana” y otra “nacional” que se adentran por el mismo bosque. La alternancia de planos de unos y otros indica lo inevitable, que se producirá un enfrentamiento. Y así es. Entre la maleza, silban las balas y estallan las granadas: los soldados se mueven con precaución o sin ella. Da igual, van cayendo uno tras otro, salvo tres que sobreviven: dos de un bando y uno del otro. La lluvia arrecia, las condiciones meteorológicas dificultan el paso del río donde uno de los dos compañeros republicanos es abatido por un avión que resulta ser de los suyos. Ya solo quedan uno y uno. La lluvia aumenta su intensidad, el río continúa su crecida e impide que Juan y su prisionero, herido en una pierna, puedan atravesarlo; obligándoles a refugiarse en una casa aislada, habitada por tres mujeres de diferentes edades y con un cuarto personaje oculto en el desván. La intención de Isasi-Isasmendi es clara, consiste en acercar posturas, en demostrar que el título escogido, Tierra de todos, se posiciona e intenta acercar igualando en humanidad e imposibilidad a uno y otro soldado, que representan dos posturas beligerantes, que no de sus líderes, pues poco tiene la gente común con quienes deciden el destino de todos ellos; mismamente de quienes intentan que no les alcance: tal cual don Eusebio, el hombre que se oculta, o el de las tres mujeres que lo único que quieren es que las dejen en paz. <<La guerra es una maldición>> afirma Teresa, viuda y embarazada, estado que apurará la suerte de los protagonistas y posibilitará el mensaje final de Isasi-Isasmendi, el mismo que insinúa a lo largo del metraje de una película espectral, condicionada por el espacio acotado donde se desarrolla y por la inclemencia meteorológica que simboliza otra inclemencia: la de la guerra, que cerca, atrapa y obliga…



A pesar de que el guion de Tierra de todos, inicialmente El valle de todos, logrará el Premio Nacional no fue sencillo llevar a cabo el rodaje, ni obtuvo ayuda del Ejército, que era el responsable de aprobar cualquier película que tratase su parcela. Esto provocó carencias logísticas y que fueran suplidas con ingenio; también obligo a que se volviera a rodar la escena que inicia el film, en la que se muestra a la oficialidad “republicana” comentando la necesidad de conseguir un prisionero a quien interrogar sobre las posiciones enemigas. Originalmente, los uniformes de los oficiales eran los del ejército, precisamente porque pertenecían al ejército y no a ninguna milicia, pero Isasi-Isasmendi recibió la orden de cambiarles la vestimenta por ropa ajada y ofrecerles un aspecto desaliñado que acercase a los personajes a la imagen que había arraigado en el imaginario del Régimen. Al cineasta no le quedaba otra, si quería estrenar su película; de las suyas, una de las más queridas, también una por la que recibió de ambos lados: <<Es arriesgado querer separar a dos que se pegan. Recibes en los dos lados de la cara. Los pocos que llegaron a ver la película, proclives a simpatizar con unas ideas políticas determinadas, cuando se trataba de hablar de elogios y críticas encontraron que, por un lado, me había pasado y, al propio tiempo, me había quedado corto. Los otros, los antagonistas, opinaron lo mismo, pero al revés, decían que me había pasado. Ante esa complicada tesitura, tomé para mi futuro, la firme decisión de optar por la precipitada huida siempre que viera a dos discutir.>> (2)



(1) (2) Antonio Isasi-Isasmendi: Memorias tras la cámara. Cincuenta años de Un cine español. Ocho y Medio, Libros de Cine, Madrid, 2004.

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