Rodada en 1958 y estrenada al año siguiente, Les dragueurs (1958), que se podría traducir al castellano como los coquetos o, quizá mejor, los ligones, fue el primer largometraje del prolífico Jean-Pierre Mocky, actor, guionista y director, cuya mirada, en su debut tras las cámaras, va del desenfado a la tristeza, y de esta a la ensoñación del amor verdadero, a su posibilidad, e incluso a la imposibilidad de seguir soñándolo. Lo hace con soltura, sin sentimentalismos, a través de la mirada de su cámara, que recorre París con desenfado juvenil, sintiendo curiosidad por una pareja de jóvenes que acaban de conocerse y recorren los distintos espacios parisinos por donde se desarrolla su amistad en busca del amor o de la conquista. Son diferentes, y buscan un amor distinto. Freddy (Jacques Charrier), donjuanesco, seguro de sí, consciente de su atractivo para las mujeres y de su capacidad de conquista, lleva la voz cantante; Joseph (Charles Aznavour), tímido y con ganas de aprender a ligar, espera a ayuda de su nuevo amigo para triunfar, aunque sea por una sola vez. En realidad, le llegaría con encontrar una chica que le hiciese caso, que riese con él, con la que hablar y compartir momentos. En un instante determinado, cuando circulan en el descapotable de su nuevo amigo, le confiesa que le valdría cualquier mujer, porque quiere no estar solo. Por su parte, cansado de una vida de conquistas, Freddy espera encontrar a la mujer de su vida; a la que todavía no conoce o quizá se haya cruzado con ella, o que podría estar a la vuelta de la esquina. Pero mientras no aparece, parece decirse ¿por qué no seguir ligando? Arriba escribí que la cámara se mueve con desenfado, ese el ritmo de los personajes; se traslada con ellos y se detiene cuando ellos lo hacen por ese París joven, festivo, en blanco y negro, pero también un París donde la multitud no evita soledades. Aunque su película es diferente, Mocky no pretende ser como los jóvenes de la nouvelle vague que debutaban en la dirección de largometrajes por la misma época; Solo hace lo que un buen narrador cinematográfico, siente curiosidad por sus personajes, esos nuevos amigos, opuestos como el día y la noche, y los acompaña en su deambular por calles y lugares cerrados como la terminal del aeropuerto o los bares donde puede surgir la oportunidad de un ligue o de ese amor único del que habla Freddy y que, por un instante, cree encontrar en la joven interpretada por Anouk Aimée.
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