Sus vecinos y sus allegados dictaminan que los actos de don Alonso carecen de sentido, pero lo tienen, aunque exista ausencia de cordura según las pautas y criterios que se apoyan en la lógica normalizada. En realidad, los actos del hidalgo tienen sentido para quien los lleva a cabo (y para quien lee sus aventuras aceptando su fantasía); es decir, para él. El sentido lo adquiere en el pensamiento y en la interpretación que de la realidad hace Quijote y dicho sentido, sinsentido para el resto, salvo para Sancho cuando duda y luego asume para sí, le convence de su ejercicio de la caballería andante, empresa que le lleva a recorrer caminos donde, generoso y entregado a su labor de <<enderezar tuertos y desfacer agravios>>, se enfrenta con rebaños y molinos a los que nunca podrá vencer y ante los cuales jamás podrá rendirse. No tiene sentido, pero ese es su sentido y, sin él, su visión ilusa y la caricaturesca mirada cervantina perderían lógica quijotesca: su división del mundo en bien y mal, así como el ideal de caballería y la idea del caballero de vencer la maldad y a los opresores. Pero, además, sin su locura, no podríamos asistir a la realidad que la fantasía agudiza, la que observamos en los demás personajes y en sus situaciones. El carácter deformador de Quijote es similar al del humor y la sátira. Ambos permiten ver el mundo a través de la exageración o de la distorsión que depara una realidad allende la realidad impuesta y aceptada; de ahí que, en oposición de la apariencia racional y la irracionalidad supuesta, la comedia de situación, la sátira, la pantomima, el golpe callejero inesperado o lo quijotesco alcancen y deparen comicidad; en muchas ocasiones cósmica, precisamente porque el mundo caricaturizado, despojado de su velo de seriedad, asoma fuera de lo común y alcanza una nueva universalidad despojada de sus hábitos lógicos, lo cual nos sitúa frente y en el sinsentido de la realidad que hasta entonces hemos visto desde la uniformidad del pensamiento establecido. Esta nueva dimensión, nacida de lo inusual, del enfrentamiento entre la cotidianidad asumida y lo extraño deparan momentos y espacios de hilaridad e ilógica.
A veces, como don Quijote, el mejor humor tampoco tiene aparente sentido, porque posee el suyo propio. Y este nos hace ver allí donde, sin él, nada llamaría la atención y todo pasaría por corriente, por normal y, quizá lo más peligroso, incluso por algo que debe ser así. El humor de Amanece, que no es poco (1989) apuesta por el absurdo, y también tiene su lado quijotesco, aunque solo fuera en la humorística locura de José Luis Cuerda al abordar una comedia anti autoritaria —que no podría haberse rodado quince años antes ni veinte después— donde el humor es principio y fin. Pero, además, existe una pareja “andante”, la interpretada por Luis Ciges y Antonio Resines, que dan sinsentido a un padre reflejo del hidalgo manchego y a un hijo que abraza la cordura de Sancho, hasta que se produce su transformación. Bien pudieran ser caballero y escudero en moto y sidecar viajando por tierras de España a lomos de su montura metálica. Y así, como quien no quiere la cosa, llegan a algún lugar de la Mancha donde Cuerda no dice el nombre, pero allí disfraza de sátira y absurdo su crítica a la intolerancia, la disfraza del sinsentido que da gracia a su caricatura de cualquier autoritarismo. El humor que se aleja de la realidad para apuntar lo real asoma en la caricatura de la autoridad civil, religiosa, militar, e incluso la presencia de minorías o de potencias extranjeras enfrentadas en su intención de imponer su mundo fuera de sus fronteras. Lo políticamente correcto se va por el retrete, que es un buen lugar para largar lo que impide reírse de sí mismo, de las costumbres y de la hipocresía que se oculta tras la corrección política. Contar con actores del talento cómico de Cassen, Manuel Alexandre, Chus Lampreave, Luis Ciges, José Sazatornil “Saza” o Rafael Alonso, y permitirles ser obra y parte del esperpento, es un acierto de primer desorden, al que sigue la variedad de situaciones que elevan la hilaridad a cotas pocas veces alcanzadas en el absurdo cinematográfico español, una cima donde todo y nada encuentra su razón y su sin razón para invitar a la risa, pero también a ver aquello que, con humor, destapa.
Me declaro fan incondicional de "Amanece que no es poco", tal vez (junto con "Arrebato" de Iván Zulueta) la película de culto por antonomasia del cine español.
ResponderEliminarSaludos.
Te entiendo perfectamente, y comparto tu declaración.
EliminarSaludos.
Una de las cimas del cine español.
ResponderEliminarAfirmación que comparto.
Eliminar