Las películas de Brian De Palma explicitan influencias y admiración por Hitchcock, también se encuentran influencias de Antonioni y Coppola en Impacto (Blow Out, 1981), de Eisenstein en la estación de Los intocables (The Untouchables, 1987), de Dassin en Misión Imposible (Mission: Impossible, 1996) o de Kubrick en la nave espacial de Misión a Marte (Mission to Mars, 2000). Estas y otras influencias, que aparecen con mayor o menor acierto a lo largo de su filmografía, asoman en la pantalla en secuencias que, aunque parecen extraídas de aquellas imágenes que las inspiran, forman parte de la propia narrativa cinematográfica de Brian De Palma. No duda a la hora de reconocerlo. Habla de ello y delata admiración por el cine de sus colegas. <<Stanley es un director que ha influido mucho en mí, sobre todo por la forma en la que utilizaba el silencio en 2001: Una odisea del espacio (2001, A Space Odyssey, 1968) [...] Pero yo me aburriría mucho haciendo una película de Stanley Kubrick. No me gustaría tener que trabajar con una austeridad semejante>>. (1) Evidentemente, el cine de De Palma poco tiene que ver con el Kubrick, y su Misión a Marte en poco se parece a 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey; 1968), aunque esta última cobra importancia en determinados momentos de este film de presupuesto holgado, con un reparto cumplidor y la intención de realizar una ciencia-ficción más interesante que la media dominante por aquel entonces de cambio de siglo. A priori eran buenos argumentos para esperar un éxito de taquilla y la aceptación de la crítica, sin embargo fue un fiasco comercial, aunque no el cinematográfico que se llegó a decir.
Es evidente que no se trata de una obra maestra, de estas hay muy pocas; y algunas a las que se atribuye tal etiqueta, no lo son. Tampoco se encuentra entre lo mejor del cineasta, ahí luce como ninguna Atrapado por su pasado (Carlito's Way, 1993), pero al menos la ingenuidad de Misión a Marte no desprecia la inteligencia cuando saca a relucir la perspectiva positiva de la naturaleza humana, la cual se prioriza en el film desde su arranque, en la barbacoa donde se descubre a los personajes y observamos sus relaciones: el vínculo que les une. En ese instante ya se intuye que la acción espectacular no tendrá cabida en el film de De Palma o que se mantendrá en un plano muy secundario, siempre supeditada a la intimidad de los astronautas que viajarán a Marte: primero un equipo de investigación y luego los encargados de la misión de rescate. Al intimismo y a la humanidad de las imágenes se les une el realismo de los aspectos técnicos, y esta combinación impide que, en su primera incursión genérica, el responsable de Carrie (1976) caiga en el ridículo que hubiese significado abusar de estereotipos tantas veces vistos en otras tantas películas de ciencia-ficción. La historia narrada por el realizador de Corazones de hierro (Casualties of War, 1989) se decanta por la naturaleza de los astronautas, sus rostros, sus relaciones y las situaciones que muestran sacrificio, amistad, amor, superación, muerte, dolor, soledad y dudas. Todo ello navega hacia el planeta donde se encuentra Luke Graham (Don Cheadle), a quien minutos antes veíamos conversando con su hijo sobre Ben Gunn, sin sospechar que él mismo sufriría un destino parejo al del personaje de Robert Louis Stevenson en su isla del tesoro. Su tiempo en solitario en suelo marciano no aparece en la pantalla, como tampoco se muestra su viaje espacial, omitido mediante la elipsis del dibujo del planeta rojo que de inmediato nos ubica sobre el terreno donde poco después se produce el extraño fenómeno que acaba con su equipo. Sin embargo sí vemos la travesía del equipo de rescate, formado por sus amigos, que se aventuran porque el nexo que les une va más allá de compartir un trabajo, pues comparten cercanía e intimidad, aunque Jim (Gary Sinise) intente ocultar el dolor que habita en la suya. El astronauta recuerda, sufre y siente la desorientación por el ser amado fallecido, pero estas sensaciones ha de guardarlas ante la necesidad de rescatar a Luke. De tal manera, el viaje a Marte se convierte en el viaje de Jim hacia sí mismo y quizá hacia las respuestas que calmen el dolor que lo acompaña desde la muerte de su mujer (Kim Delany).
(1) Brian de Palma: Brian de Palma por Brian de Palma. Alba Editorial, Barcelona, 2003
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