Se comprende que se trata de personajes antagónicos, siendo Roberto un individuo de pensamiento flexible y tolerante, mientras que don Rodrigo se muestra incapaz de aceptar que existan más opciones correctas que las suyas. La irrupción del vendedor se produce cuando en la casa solo se encuentra Maru (Martha Roth), la hija que está a punto de cumplir los quince años que, según la tradición, marcan su paso de niña a mujer, y como tal se enamora del comercial. Mas los quince años de Maru no conllevan un cambio en su percepción de la realidad en la que vive, como comprende durante la celebración de su cumpleaños al observar a su padre con el mismo temor que días atrás. Como consecuencia del miedo a la imagen dictatorial representada por el cabeza de familia, la joven no siente la plenitud que presuponía al convertirse en adulta, quizá porque es consciente de que se le niega la opción de asumir sus propias decisiones, pues continúa sometida a las normas y mandatos paternos. A partir de ese instante se producen ciertas circunstancias (el embarazo no deseado de la novia del hijo mayor o la imposición de un novio a Maru) que aumentan la sensación de que el hogar de los Castaño es un espacio asfixiante dominado por el férreo control impuesto por don Rodrigo, quien para mantenerlo es capaz de llegar a emplear la violencia física, con ella castiga a su hija Estela (Isabel del Puerto) después de descubrirla besándose con su prometido; pero dicha brutalidad no logra sus propósitos, ya que provoca la fuga de la agredida e implica el principio del fin de la inexistente unión familiar, que se rompe definitivamente cuando Maru asume sus propias decisiones y desobedece a esa figura autoritaria que nunca ha contemplado la posibilidad de que tanto sus hijos como su esposa (Eugenia Galindo) posean sentimientos propios y necesidades lícitas ajenas a las impuestas.
martes, 25 de marzo de 2014
Una familia de tantas (1948)
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Hola Toño. Tras acabar el ensayo que he escrito con Marilú Mendoza, mi amiga mexicana, me dices que hace muchos años ya escribiste una reseña pionera de esta joya del cine universal, que he visto muchas veces, he admirado sin límite, y he llorado muchas más. Gracias por ser el faro del cine mundial. Y vergüenza de España y su colonialismo miope que ignora las obras mayores de la cultura de América Latina
ResponderEliminarHola, Francisco. Gracias a ti y a Marilú Mendoza. Vuestro ensayo, publicado en tu magnífico blog “Acorazado cinéfilo”, es un lujo y desde aquí recomiendo su lectura (y el visionado de la película) a cualquiera que le guste el cine y, en particular, a quien desee conocer mejor esta espléndida obra maestra de la época dorada del cine mexicano, realizada por el brillante Alejandro Galindo. Y ciertamente, hay muy buen cine hecho en Latinoamérica. El problema es el de siempre, que la mayoría se queda en el cine hecho en Hollywood, como si este fuese el único existente.
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