miércoles, 26 de marzo de 2014

El kimono rojo (1959)


Alfred Hitchcock
empleaba la expresión "Macguffin" cuando se refería a las distracciones narrativas que utilizaba en sus películas para abordar cuestiones de mayor relevancia argumental. Este artificio no fue exclusividad del cineasta británico, también fue usado por otros grandes directores, aunque estos no tuvieran un nombre para referirse a la distracción tras la que escondían aspectos más profundos de la trama. Un ejemplo lo encontramos en Samuel Fuller y El kimono rojo (The Crimson Kimono), cuya trama criminal apenas tiene mayor interés que el otorgado por el director de Uno Rojo, división de choque para que le condujese hasta el verdadero eje del relato, aquel que se descubre durante la crisis existencial que padece el detective Joe Kojaku (James Shigeta) después de enamorarse de la mujer de quien también se enamora su amigo, el sargento Charlie Bancroft (Glenn Corbett). El tema del racismo se desvela como uno de los aspectos a tratar dentro de la filmografía fulleriana, ya sea en este film o en películas como Yuma, Perro Blanco o El hombre del clan (de la que solo escribió el guión). Dicha constante demuestra el interés de Fuller por abordar de forma directa la visión de una sociedad multirracial donde las minorías étnicas no llegan a equilibrarse o fusionarse con respecto a la mayoría dominante, lo que provoca ese rechazo silencioso que Joe cree descubrir en la reacción de Charlie cuando este sufre su desengaño amoroso. En ese instante, hacia la mitad de la película, Joe atribuye el odio que descubre en la mirada de su compañero a cuestiones raciales (y no a los celos), condicionado por el mestizaje cultural que habita en él y que estalla tras asumir su relación amorosa con una mujer blanca en un tiempo en el que la misma provocaría el rechazo de terceros. De hecho, durante la exhibición de El kimono rojo, parte del público mostró su disconformidad al contemplar en la pantalla a la protagonista femenina decantándose por el policía de raíces orientales en detrimento de Bancroft. Pero el total control del film (dirección, producción y guión) permitió que Samuel Fuller expusiera de forma directa la relación interracial entre Chris (Victoria Shaw) y Joe, así como la complicada coexistencia de los dos mundos representados por el policía de origen japonés y el caucásico, capaces de convivir en aparente armonía hasta que la subjetividad nacida de sus diferencias raciales les enfrenta. Al inicio, El kimono rojo muestra la calle principal de Los Ángeles donde se comete el asesinato de la bailarina de striptease que sirve como excusa para poner en marcha las intenciones del cineasta, o lo que sería lo mismo, para introducir en escena a Charlie y Joe, pues ellos son quienes se hacen cargo de la investigación del homicidio. Durante los siguientes minutos se van conociendo detalles de sus personalidades, así como los cimientos de la relación que les une desde la guerra de Corea, durante la cual el detective salvó la vida del sargento (un litro de sangre de Kojaku corre por las venas de Bancroft). Poco después se les descubre compartiendo apartamento, lo que desvela una complicidad que creen inquebrantable. En estos primeros compases, Fuller también empleó las pesquisas para conducir a la pareja de policías hasta Chris, la pintora que podría identificar a un supuesto sospechoso, pero sobre todo el personaje que el realizador utilizó como detonante involuntario de la ruptura de la armonía que hasta su aparición dominaba entre los compañeros. En un primer encuentro con la pintora, se observa como Charlie no le quita el ojo de encima, más por interés personal que profesional, pues es evidente que ella ejerce una fuerte atracción sobre él, lo que provoca que el sargento asuma que se trata de la chica de su vida; pero Chris no le corresponde y sí a Joe, en quien descubre una sensibilidad que la conquista. A partir de este instante el film deja de lado la investigación, y se centra en exponer abiertamente una posible relación entre la mujer y el nisei (estadounidense de origen japonés) en quien surgen las dudas existenciales al comprender el alcance de las emociones que ella le genera. De ese modo se apodera de él la incertidumbre de no saber quién o qué es, provocando que todo cuanto daba por sentado (su amistad, su trabajo o su convicción de sentirse estadounidense por los cuatro costados) empiece a tambalearse como consecuencia de su pasado cultural y del racismo latente hacia los niseis u otras minorías raciales, lo cual altera su percepción del entorno y su amistad con Charlie.

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