El kimono rojo (1959)
Alfred Hitchcock
empleaba la expresión "Macguffin" cuando se refería a las
distracciones narrativas que utilizaba en sus películas para abordar
cuestiones de mayor relevancia argumental. Este artificio no fue
exclusividad del cineasta británico, también fue usado por otros
grandes directores, aunque estos no tuvieran un nombre para referirse
a la distracción tras la que escondían aspectos más profundos de
la trama. Un ejemplo lo encontramos en Samuel
Fuller y
El
kimono rojo (The Crimson Kimono),
cuya trama criminal apenas tiene mayor interés que el otorgado por
el director de Uno
Rojo, división de choque para
que le condujese hasta el verdadero eje del relato, aquel que se
descubre durante la crisis existencial que padece el detective Joe
Kojaku (James
Shigeta)
después de enamorarse de la mujer de quien también se enamora su
amigo, el sargento Charlie Bancroft (Glenn
Corbett).
El tema del racismo se desvela como uno de los aspectos a tratar
dentro de la filmografía fulleriana,
ya sea en este film o en películas como Yuma, Perro
Blanco o
El
hombre del clan (de
la que solo escribió el guión). Dicha constante demuestra el
interés de Fuller
por
abordar de forma directa la visión de una sociedad multirracial
donde las minorías étnicas no llegan a equilibrarse o fusionarse
con respecto a la mayoría dominante, lo que provoca ese rechazo
silencioso que Joe cree descubrir en la reacción de Charlie cuando
este sufre su desengaño amoroso. En ese instante, hacia la mitad de
la película, Joe atribuye el odio que descubre en la mirada de su
compañero a cuestiones raciales (y no a los celos), condicionado por
el mestizaje cultural que habita en él y que estalla tras asumir su
relación amorosa con una mujer blanca en un tiempo en el que la
misma provocaría el rechazo de terceros. De hecho, durante la
exhibición de El
kimono rojo,
parte del público mostró su disconformidad al contemplar en la
pantalla a la protagonista femenina decantándose por el policía de
raíces orientales en detrimento de Bancroft. Pero el total control
del film (dirección, producción y guión) permitió que Samuel
Fuller expusiera
de forma directa la relación interracial entre Chris (Victoria
Shaw)
y Joe, así como la complicada coexistencia de los dos mundos
representados por el policía de origen japonés y el caucásico,
capaces de convivir en aparente armonía hasta que la subjetividad
nacida de sus diferencias raciales les enfrenta. Al inicio, El
kimono rojo muestra
la calle principal de Los Ángeles donde se comete el asesinato de la
bailarina de striptease que sirve como excusa para poner en marcha
las intenciones del cineasta, o lo que sería lo mismo, para
introducir en escena a Charlie y Joe, pues ellos son quienes se hacen
cargo de la investigación del homicidio. Durante los siguientes
minutos se van conociendo detalles de sus personalidades, así como
los cimientos de la relación que les une desde la guerra de Corea,
durante la cual el detective salvó la vida del sargento (un litro de
sangre de Kojaku corre por las venas de Bancroft). Poco después se
les descubre compartiendo apartamento, lo que desvela una complicidad
que creen inquebrantable. En estos primeros compases, Fuller
también
empleó las pesquisas para conducir a la pareja de policías hasta
Chris, la pintora que podría identificar a un supuesto sospechoso,
pero sobre todo el personaje que el realizador utilizó como
detonante involuntario de la ruptura de la armonía que hasta su
aparición dominaba entre los compañeros. En un primer encuentro con
la pintora, se observa como Charlie no le quita el ojo de encima, más
por interés personal que profesional, pues es evidente que ella
ejerce una fuerte atracción sobre él, lo que provoca que el
sargento asuma que se trata de la chica de su vida; pero Chris no le
corresponde y sí a Joe, en quien descubre una sensibilidad que la
conquista. A partir de este instante el film deja de lado la
investigación, y se centra en exponer abiertamente una posible
relación entre la mujer y el nisei
(estadounidense
de origen japonés) en quien surgen las dudas existenciales al
comprender el alcance de las emociones que ella le genera. De ese
modo se apodera de él la incertidumbre de no saber quién o qué es,
provocando que todo cuanto daba por sentado (su amistad, su trabajo o
su convicción de sentirse estadounidense por los cuatro costados)
empiece a tambalearse como consecuencia de su pasado cultural y del
racismo latente hacia los niseis
u
otras minorías raciales, lo cual altera su percepción del entorno y
su amistad con Charlie.
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