La propuesta de Robert Wise en su viaje cinematográfico a la China colonial resulta muy distinta a la realizada por Nicholas Ray en 55 días en Pekin (1963), pues en El Yangtsé en llamas (The Sand Peebles) no hay lugar para héroes dentro de un país en plena revuelta civil, dominado durante décadas por la presencia extranjera a la que se pretende expulsar (la acción se desarrolla más de veinte años después que la expuesta por Ray). Wise planteó un drama sólido en su puesta en escena, que profundiza en los aspectos humanos de sus tres protagonistas masculinos: Holman (Steve McQueen), Frenchy (Richard Attenborough) y el capitán Collins (Richard Crenna). Holman carece de ideología, aunque no de valores, su pensamiento gira en torno a la tranquilidad y a la soledad que busca y encuentra en las salas de máquinas, donde se mantiene alejado de la marcialidad y de los problemas que no van con él. Tras nueve años en la marina y siete traslados llega a su último destino: el San Pablo, un viejo cañonero capitaneado por Collins, oficial cuya máxima reside en la idea del honor, a menudo malinterpretada y ausente de esa nave que se ha convertido en parte de él. La estancia de Holman abordo del San Pablo le confiere un aspecto digno, en contraposición de sus compañeros, algo similar le ocurre a Frenchy, sensible y honesto, perdidamente enamorado de Maily (Marayat Andrianne), a quien intenta proteger (y apartar) de un ambiente viciado donde ni clientes ni propietarios parecen respetar la dignidad humana. El Yangtse en llamas (The Sand Peebles) no oculta en ningún momento su punto de vista crítico, siempre presente en la rebeldía de Holman y en su necesidad de mantenerse alejado del sistema, inquietudes que se observan en su modo de actuar dentro del microcosmos interno del buque, donde no comparte ninguna similitud con unos compañeros que viven a expensas de los peones chinos, sometidos a un sistema social en el que los norteamericanos no se inmiscuyen; sin embargo, Holman sí lo hace y las consecuencias son inmediatas. El jefe de maquinas semeja una especie de testigo presencial que pretende mantenerse al margen de los hechos que observa, ya sea en el barco o en el bar, no obstante esos mismos hechos le involucran a su pesar, y permiten descubrir un comportamiento más humano que el del resto de los marineros, que le ven como una especie de gafe, seguramente porque se muestra distinto a ellos. Holman instruye a Po-han (Mako), pero lo hace desde la cercanía y el respeto que permiten el nacimiento de un vinculo, que por desgracia el propio maquinista tiene que romper cuando dispara contra aquel para que no continúe sufriendo la tortura a la que le somete una masa enloquecida. De igual modo que no pretendía instruir a un ayudante, tampoco parecía dispuesto a apoyar a Frenchy en su imposible relación amorosa, y sin embargo lo hace, como también se sacrifica para salvar la vida de Shirley (Candice Bergen), no por la gloria o el honor que anhela el capitán, sino por amor hacia esa mujer que le ha ayudado a aceptar emociones que parecen no tener cabida en un entorno donde tampoco la tienen quienes las muestran.
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