La maldición del escorpión de jade (2001)
En su anterior trabajo, Granujas de medio pelo (Small Time Crooks, 2000), Woody Allen había tomado como referencia la comedia Rufufú (Il soliti ignoti, Mario Monicelli, 1958), entre otros atracos cinematográficos imperfectos; en La maldición del escorpión de jade (The Curse of the Jade Scorpion, 2001) le tocó el turno al cine de Hollywood de la década de 1940, en concreto a la screwball comedy, en su lucha de sexos, y al cine negro, en la ambientación noir y en las influencias de Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944), al presentar como protagonista a un detective de seguros experto en la resolución de los casos más complejos, pero cuya carrera peligra con la presencia en la empresa de Betty Ann Fitgerald (Helen Hunt), pues pone en entredicho el buen hacer de C. W. Briggs (Woody Allen). La presencia de la nueva ejecutiva amenaza a la tranquilidad del veterano investigador, pues Fitzgerald tiene la intención de aplicar métodos de trabajo modernos que minusvaloran la postura tradicional de Briggs, cuestión que introduce la guerra de sexos de la “comedia alocada” y provoca la animadversión mutua que les impide un acercamiento, el cual se produce a la fuerza, durante la celebración del cumpleaños de George (Wallace Shawn) (el compañero de la oficina aficionado a la magia) en el local donde actúa Volkan (David Ogden Stiers), el famoso hipnotizador que les escoge como voluntarios para su número de hipnosis. Mientras se encuentran en trance se declaran un amor que no sienten, o puede que sí y todavía no lo sepan, pero al despertar no guardan el menor recuerdo de lo qué han dicho o hecho, como tampoco son conscientes de que el ilusionista no les ha liberado de la palabra que les deja a su merced. No ha sido por un descuido, Volkan lo ha hecho deliberadamente, ya que pretende utilizarles para robar las joyas de las diferentes mansiones que protege la firma de seguridad en la que trabajan Briggs y Betty Ann. La maldición del escorpión jade posee momentos delirantes que se sustentan sobre los divertidos diálogos y en la disparatada trama que Woody Allen expuso empleando características tan reconocibles de la comedia de enredo como la lucha de sexos o aspectos extraídos del cine negro: la presencia de una mujer fatal, encarnada por Charlize Theron (cuyo look recuerda a personajes interpretados por Veronica Lake o Lizabeth Scott), el parecido (humorístico) de Briggs con el investigador de seguros de Perdición o su conversión en un falso culpable que debe mostrar su inocencia. No obstante, Woody Allen no renegó de sus constantes cinematográficas, desarrolladas en esta ocasión con mayor ligereza que en otras producciones, pero sin perder ese humor inteligente que caracteriza sus comedias y que las hace reconocibles. En La maldición del escorpión de jade se descubre otra influencia de Billy Wilder, en este caso de El apartamento (The Apartment, 1950), en la relación clandestina que mantienen Magruber (Dan Aykroyd), el jefe de la empresa, y Betty Ann Fitgerald, quien se consume ante las constantes promesas incumplidas de un amorío que no le conduce a ninguna parte, excepto a un acercamiento con C. W. Briggs —nombre que podría confundirle con C. C. Baxter, el protagonista de El apartamento—, ya sea cuando éste entra en trance o cuando retoma su conciencia, sin saber que él es el autor de los robos.
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