Tono Brtko (Jozef Kroner) es un arianizador, aunque no por convicción ni por fanatismo, en realidad no es más que un simple carpintero sin empleo, en una época que se descubrirá como terrible, pues la invasión alemana de la antigua Checoslovaquia permitiría el auge de los fascistas checos y eslovacos, quienes también perseguirían a los judíos por el simple hecho de serlo. De este modo se aprobaría una ley injusta que dictaba que los propietarios de origen hebreo no podían dirigir sus propios negocios, esa misma ley decretaba que éstos pasasen a estar controlados por un ario. Tono vive con una esposa que siempre le reprocha y grita por las condiciones de vida a las que le ha arrastrado, para Evelyna Brtková (Hana Slivková) la idea del éxito sería la de estar casada con alguien como Markus Kolkocky (Frantisek Zvarik), el marido de su hermana y el comandante fascista de la localidad eslovaca en la que viven. Sin embargo, Tono no tolera a este individuo, no por las fanáticas ideas que se descubren en Markus y lo que éstas representan, sino porque no le ha permitido trabajar como carpintero en el gigantesco monumento al fascismo que se está construyendo en la calle mayor; y para colmo, también le ha engañado en cuanto a su herencia. No obstante, todo cambia para Tono Brtko, incluso su opinión sobre Markus, cuando éste le explica que podrá ganar dinero a mansalva, porque tiene un regalo para él: ser el encargado de controlar los beneficios de la tienda de la señora Lautmann. La ilusión reina en la casa de los Brtko, pues suponen que a partir de ese momento el dinero será una constante para ellos; sobre todo se nota el cambio en Evelyna cuando pasea por las calles, al lado de su hermana, mostrándose orgullosa y altiva. Pero cuando Tono acude a la tienda se encuentra con un panorama que no se espera; para empezar, la anciana que se encuentra detrás del mostrador no comprende qué es un arianizador, ni qué diablos quiere ese individuo que se planta en su local, y que le asegura, ateniéndose a la ley, que ahora él es el encargado. Rozalie Lautmann (Ida Kaminska) vive una existencia anclada en el pasado y en unas costumbres que no le interesa cambiar, sin embargo, termina aceptando a Tono porque Kuchar (Martin Holly) le aconseja que lo haga, pues podría resultar una buena ayuda. Del mismo modo, Kuchar expone a su amigo la realidad en la que vive la anciana, una mujer que no posee nada y que sobrevive gracias a la caridad de sus vecinos. Esta noticia, a parte de ser una puñalada por la espalda, le permite comprender que su cuñado se ha burlado de él, pero su mayor temor guarda relación con su esposa, porque cuando Evelyna se entere de que no hay dinero, seguro que recupera su mal carácter; pero la suerte sonríe a Brtko, porque los judíos del barrio le prometen una paga si se queda para cuidar a la anciana. El generoso y desinteresado ofrecimiento proporciona un respiro para un hombre que oculta a su mujer la realidad de la tienda de la calle mayor, al tiempo que oculta a la anciana la amenaza que se está gestando en el pueblo en el que ha vivido toda su apacible existencia. La tienda de la calle mayor (Obchod na korze) arranca desde la ironía, inteligente y crítica, que desaparece por completo porque la tragedia que supone el triunfo del fanatismo se encuentra al otro lado de la puerta de la tienda, en esa misma plaza mayor, donde se levanta un monumento a la sin razón que obliga a Tono Brtko a elegir entre proteger a la anciana o entregarla para proteger su vida. Los directores Ján Kadár y Elmar Klós dejaron para el final de esta excelente película el inevitable enfrentamiento entre el egoísmo, condicionado por el miedo, y la solidaridad, basada en la humanidad de Brtko, un hombre que siente como sus dudas y sus temores crecen irremediablemente ante la posibilidad de perder la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario