jueves, 26 de mayo de 2011

Tres padrinos (1948)


La relación de John Ford con la novela de Peter B. Kyne The Three Goodfathers viene del silente, de cuando la adaptó por primera vez en Hombres marcados (Marked Men, 1918), que era la segunda versión cinematográfica de la obra que Edward LeSaint ya había llevado a la pantalla en Three Godfathers (1916). Posteriormente, Ford rodaría Tres hombres malos (Three Bad Men, 1926), que, aunque no lo acredite, se inspira en el libro que, adaptado en esta ocasión por Laurence Stallings y Frank S. Nugent, también le proporcionó la historia para Tres padrinos (Three Godfathers, 1948), la adaptación más popular de la novela y, hasta la fecha, también la última acreditada. Señalo esto anterior porque Coline Serreau, en Tres solteros y un biberón (3 hommes et un coffin, 1985), parte de una premisa similar y la transforma en una comedia francesa. Pero esa es otra historia, la de Kyne también tuvo, entre los treinta años que separan las dos de Ford, las versiones de William Wyler y Richard Boleslawski. Claro que la más recordada es este western de hadas por el que campan tres fugitivos, que vendrían a ser las hadas madrinas (padrinas, en su caso) y los héroes de la función; aunque en sus mejores títulos dudo que haya héroes lineales. Puede que parta del estereotipo, mas Ford siempre se distancia de él; del mismo modo que tampoco hay villanos propiamente dicho, pues en su enfoque solo hay cabida para personas frente a las circunstancias y a otras personas. Por ejemplo, el comisario de Tres padrinos es un buen hombre, o lo que se entiende como tal, pero se deja cegar por la ira al pensar que los tres fugitivos han sido quienes han dinamitado el depósito y asesinado a la mujer. El enfoque de Ford resulta un acierto, pero eso no es mucho decir, cuando se habla de este director. Tampoco aporto nada si digo que no se trata de un western típico, sino de una historia humana en la que la desesperación, el sacrificio y la amistad se convierten los ejes motores de la película, que fluye sencilla, emotiva y magnífica.

Ford inicia Tres padrinos vibrante, ágil, presentando a Bob (John Wayne), Pete (Pedro Armendariz) y Kid (Harry Carey, Jr.), los tres personajes principales del film, de quienes se sabe que son forasteros. Además de conocer sus intenciones, también se descubre que no son los típicos villanos, sino que son individuos con un fuerte sentido de la amistad: Bob y Pete le ofrecen la oportunidad a Kid de no participar en el golpe, se preocupan por él. Ambos son paternales porque Kid es el más joven del grupo. Conocidos los tres protagonistas, estos se encuentran con un hombre maduro, Sweet (Ward Bond), y con él mantienen una charla agradable. Los forasteros desconocen la identidad del hombre, y solo al despedirse observan la estrella de latón que luce en el chaleco. Sin más, Ford precipita la acción, la acelera, le da ritmo, y nos sitúa ante el atraco y la posterior persecución por el pueblo, una persecución que no tiene desperdicio. Es aquí donde comienza la verdadera historia, donde se pondrá a prueba el aguante humano y donde la desesperación se convierte en una sombra que nunca les abandona. El desierto es terrible, las tormentas de arena, la falta de agua y la huida de los caballos hacen que sus pasos sean torpes, desesperados e inciertos. Kid está herido, un contratiempo más y un nuevo indicio de la amistad que les une, pues, ni Bob ni Pedro quieren beber del poco líquido que les queda, conscientes de que el más joven lo necesita. La evolución de los personajes es rítmica y alcanza su cenit cuando se encuentran con una parturienta a la que asisten, a pesar de su inexperiencia para traer una criatura al mundo. El recién nacido no tarda en conquistar sus corazones, hasta el punto de hacerles prometer, ante el lecho de muerte de la madre, que sacrificarán tanto su libertad como sus vidas por el bienestar de Robert William Pedro (nombre que la madre le pone como muestra de gratitud hacia ellos). Ninguno de los tres sabe cómo deben cuidar a su ahijado, por suerte para ellos, la madre llevaba entre sus pertenencias todo cuanto precisan para los cuidados del bebé, incluido un libro para primerizas, que les servirá de guía. Son momentos agradables, tiernos y llenos de esperanza. Pero la realidad pronto les golpea de nuevo. No tienen agua y queda un largo camino para alcanzar la civilización, sin olvidar que Sweet les persigue implacablemente.

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