De Andalucía a México, en un viaje por la historia y la épica, por la mezcla de la realidad histórica y la aventura cinematográfica, Henry King maneja la aventura y la épica con sobrada capacidad y experiencia, la que le concede ser uno de los pioneros del cine estadounidense y del género, en el que se inició allá por el periodo mudo. King abre su epopeya Capitán de Castilla (Captain from Castile, 1947) impresionando un mapa de la península ibérica con los nombres de Portugal y España, dos imperios nacidos de una misma raíz y con un destino similar al otro lado del océano Atlántico. El plano peninsular también muestra las ciudades de Santiago, ciudad apostólica, supuesta tumba del apóstol peregrino de los gallegos y del soldado de los castellanos, pueblo de mayor belicosidad, quizá el más belicoso y conquistador peninsular, fruto de su juventud y de la ambición de sus monarcas y gobernantes —es un reino que nace, crece y se impone al resto a medida que avanza la reconquista cristiana—; Lisboa, capital de Portugal y ciudad adonde años después de la ubicación temporal del film (1518), Felipe II, hijo de Carlos I, pensó trasladar la capital de su Imperio; Cadiz-San Lúcar, puerto de donde parten las naves hacia el continente recién descubierto (para los europeos); Toledo, capital del reino de Castilla y Primada de la Iglesia de Roma; y Jaén, donde King inicia la acción de una aventura que mezcla personajes reales, tal Hernán Cortés (Cesar Romero), y ficticios, como el héroe don Pedro de Vargas (Tyrone Power), protagonista de esta película cuya segunda mitad divide su interés entre Vargas, sus conflictos personales, y Cortés y su conquista de México.
La odisea de Don Pedro comienza cuando salva al nativo americano que huye de Diego De Silva (John Sutton), el antagonista, representante de la Inquisición y, como tal, King le confiere el rol de villano. El director también aprovecha el periplo andaluz de Capitán de Castilla para presentar al resto de personajes de relevancia e su historia (salvo, Cortés): Juan García (Lee J. Cobb), veterano que alimenta la imaginación y aviva el deseo de aventura del joven héroe, a quien ayuda a escapar de las garras de De Silva, a doña Luisa de Carvajal (Barbara Lawrence), el amor aristocrático y peninsular de Pedro, y Catana Pérez (Jean Peters), la heroína, de origen plebeyo, moza de la posada, que sueña el amor que le lleva a sacrificarse —promete enterarse a un hombre a cambio de que este ponga a salvo a Vargas— y a cruzar el Atlántico. Solamente en ese nuevo mundo, a Catana le sería dado el alcanzar su sueño, uno distinto al perseguido por Cortes, el conquistador, o por don Pedro, el hombre que huye de la península para salvar su vida, pero también para alcanzar su destino en la segunda parte, ya transcurridos cincuenta minutos de Capitán de Castilla, que se abre con otro mapa, en esta ocasión, del Golfo de México, con Cuba/La Habana y la costa mexicana como puntos que llaman la atención, pues de una sale y a la otra llega la expedición de Hernán Cortés, que quemará sus naves en la tercera parte, cuando alcanza tierras aztecas, para hacer historia y cinematográficamente ofrecer colorido, acción, amistad, romance, mezcla de western y aventuras, intriga; todo y más, para crear épica, espectáculo y entretenimiento…
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