domingo, 23 de abril de 2023

El gran despilfarro (1985)

La violencia y el dinero forman parte de la sociedad y del espectáculo cinematográfico. Walter Hill así lo asume en sus películas, y da cabida a ambas, juntas o por separado. En El gran despilfarro (Brewster’s Millions, 1985), la quinta ocasión en la que se llevaba a la pantalla la novela de George Barr McCutcheon —la primera versión cinematográfica data de 1926—, el director de Drive (1975) deja de lado la violencia y se queda con el dinero, para lanzarse de lleno a la comedia en la que caricaturiza el sueño americano, un sueño de riqueza que encuentra en Monty Brewster (Richard Pryor) a su héroe y en Spike Nolan (John Candy) al fiel escudero cómico de Monty. Ambos son jugadores profesionales de baseball, pero solo han podido jugar en ligas de segunda, aunque Monty no ha dejado de soñar que un día los ojeadores le descubrirán y le llevarán a las grandes ligas. Pero la materialización de su sueño se hace esperar; tanto, que ya parece imposible que llegue ese mañana que cambie su vida. Mientras, su realidad presente apunta derrota y le confiere la apariencia de medianía tras la que se esconde el héroe popular que, de atributos similares a los héroes de Capra, ignora que debe enfrentarse a la manipulación y al fraude para salir victorioso.

Desde que recibe la inesperada noticia de la herencia, la aventura de Brewster es un constante derroche de dólares, ya que está obligado a gastar treinta millones en un mes, si quiere obtener los trescientos que suman el total de la herencia. El gran despilfarro bromea con esa posibilidad y se acerca a la sátira, una llena de gorrones, de intereses económicos, de falsedad y de engaño, de baseball y de una campaña electoral a la alcaldía de Nueva York, sin desperdicio, en la que el héroe decide participar y, muy a su pesar, logra la simpatía del electorado a quien expresa su deseo de que no le voten ni a él ni a los otros. A diferencia del resto de candidatos, Brewster asume con alegría y de su bolsillo los gastos de la campaña; además no duda de su mensaje. Está convencido de que le hará perder, aunque ya con anterioridad se equivocó en sus cálculos. ¿Quién votaría a alguien que expresa públicamente que quiere comprar su voto? Pero su mensaje, cargado de humorismo, resulta de tal honestidad que evidencia el rostro de los políticos que se presentan a la alcaldía.

La historia de Brewster es la de quien de no tener nada en los bolsillos pasa a ser millonario, sin serlo, ya que solo si gasta los treinta millones en treinta días recibirá la herencia. Pero hay una serie de condiciones: Monty no puede comprar bienes tangibles, ni tirar el dinero, nada que le haga ser poseedor de algo más que su ropa al final del mes del juego, pues de eso se trata; de una despedida lúdica-burlesca o una broma pesada de su difunto tío abuelo Rupert Horn (Hume Cronyn), quien, en la película en la que habla de su testamento, también le ofrece la posibilidad de aceptar un millón y olvidarse del asunto. En este caso, al igual que en no cumplir el objetivo, la fortuna pasaría a ser gestionada por la firma de abogados para la que trabajan Angela (Lonette McKee) y su prometido Warren Cox (Stephen Collins). Ella es la encargada de llevar los gastos que demuestren si Monty logra o no su victoria, pero lo hace sin saber el motivo por el cual el nuevo rico despilfarra su fortuna. Nadie lo sabe, salvo los implicados; y todos vitorean al excéntrico millonario, que les invita a comer y a beber o les ofrece salarios muy generosos, contrata a quien se pone a tiro e indemniza sin la menor protesta, aun es más, insiste ello y eleva la indemnización para mayor sorpresa de quienes le rodean.



2 comentarios:

  1. Sobre la película de 1985 El gran despilfarro: Excelente escrito el que esta mañana he podido leer, has enriquecido las imágenes que llevo en mi cabeza desde la ultima ves que la vi hace ya décadas. Con John Candy que fue un referente cómico de mi adolescencia y un brillante Richard Pryor que aparte de ser un cómico fue en su vida un drama ambulante. Hombres que conocieron la violencia de la fama y el dinero, hombrees que perecieron bajo mantos de dólares la victoria nunca estuvo a la altura del sacrificio. Creo que pensar en esto me hace recuperar algo de lo que perdí en un principio cuando veía estas películas sin llegar al fondo.

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    1. Gracias, Marcelo. Me pasa algo similar cuando vuelvo a ver películas de mi adolescencia; en no pocos casos, descubro cosas que en su momento pasé por alto o no sabía ver entonces.

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