Protagonizada por Nadia Sibirskaïa, rostro y alma femenina de las primeras películas de Dimitri Kirsanoff, Nieblas de otoño (Brumes d’automne, 1928) es un bello poema cinematográfico de doce minutos de musicalidad visual cuyas notas son hojas que caen y flotan solitarias a la deriva, ramas desnudas, lluvia, corrientes fluviales, oculares, el manto encapotado del cielo y de la soledad. La poesía es la muchacha misma que camina su rumbo perdido en una naturaleza que no solo es física. Es la naturaleza del alma, a veces alegre, a veces triste, en un ciclo estacional que ahora ella siente otoñal. La tristeza y el recuerdo guían su quietud hogareña y sus pasos por un espacio exterior que refleja el estado emocional que lleva dentro. Ella es el rostro de la aflicción y de la tristeza, ese sentimiento que pesa en el alma y de ahí su pesar, pero también de su belleza. Aunque dolorosa, existe belleza en la nostalgia y en su representación estacional: esas imágenes otoñales que evocan la ausencia y el final de los días que avivan y vitalizan en su calidez y su luminosidad, días que se abren a un azul ausente en el cielo que por un instante llena la pantalla. Hay belleza en la caída de las hojas, en las primeras lluvias, en la tonalidad gris que sustituye al celeste, en el dolor por la ausencia de la calidez de la mano que se despide y desaparece como la viveza del estío, quedando de ella el recuerdo, el vacío que, en ese instante, jamás creerá llenar y la añoranza de su regreso. Las nieblas otoñales agudizan una herida abierta, quizá por desamor aún cercano que se pierde en la distancia, pero que se niega a desparecer en el tiempo de la memoria. Naturaleza y mujer solitaria, en ambas vive el recuerdo de aquel momento: despedida, las nieblas en el alma y en el firmamento. Es el otoño, el que se establece en su vida, el que llega acompañado de lágrimas de la lluvia y de la aflicción que llora en ese instante borroso. La visión de la muchacha pierde nitidez, ¿pero qué panorama ha de ver más allá de las perlas que lloran la soledad y del fuego que consume entre sus llamas otro tipo de hojas? Quizá cartas del amor perdido y del desamor sentido en esta delicada poesía musical y visual de Kirsanoff…
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