En El difunto es un vivo (1941), Antonio Vico demuestra su histrionismo y su capacidad camaleónica para hacerse pasar por cuatro personajes: el queridísimo papá don Heliodoro, su santísima mamá doña Urraca, Fulgencio (el vivo) e Inocencio (el difunto), que en realidad también es el otro, pues se hace pasar por su hermano, que acaba de fallecer en el extranjero. Me explico. Inocencio es un metódico empedernido, amante de la puntualidad y de los animales, presidente de la sociedad protectora de estos. No come carne ni consume productos que impliquen la muerte de animales. No mataría ni un mosca; como deja claro a su suegra. No es esnob ni etiqueta las cosas ni las costumbres, aunque sea animal de ellas. De eso mismo se queja Elsa (Mary Santamaría), su mujer, y también su suegra, doña Restituta (Guadalupe Muñoz Sanpedro). En definitiva, que Inocencio tiene problemas en su matrimonio. Elsa es una soñadora con ganas de divertirse, con aspiraciones artísticas y con un grupo de moscones y gorrones que le confieren un no sé qué cercano a la mítica Penélope. Por su parte, la suegra no tolera al yerno y no puede olvidar su amor por Fulgencio, el virtuoso de la música y, al parecer, un vivales que solo se parece físicamente a su hermano. De carácter, y de nombre, son como el día y la noche. La trama de El difunto es un vivo apenas difiere de otras comedias españolas de la inmediata posguerra. Lo que importa a Iquino es el enredo, las frases ingeniosas, los juegos de palabras, provocar la risa fácil y las situaciones absurdas. En todo momento, la irrealidad y el humor blanco, aunque hay un difunto, se imponen en esta comedia que tiene su origen en la obra de Francisco Prada y del propio Iquino, quien, aparte de dirigir su adaptación cinematográfica, también firma el guion técnico. Pero volvamos al lío, que se desata cuando los celos hacen mella en Inocencio, que ya no sabe qué hacer, salvo suicidarse, después de leer la carta que informa que su hermano ha muerto. Ahí encuentra la solución, en hacerse el muerto y asumir la identidad de su hermano, y exhibir jovialidad, ingenio y un carácter desenfadado y divertido que conquiste a su mujer, que en ese instante ya es la viuda de su hermano. La comedia pretende lo que consigue, entretener ofreciendo enredo, evasión, confusión, frases maje buscan el chiste y lucimiento de Antonio Vico, Guadalupe Muñoz Sampedro y Paco Martínez Soria en el papel de Luquitas, el amigo y cómplice de Inocencio.
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