Aburrido, frío, intelectual, genial, pedante, el cine de Michelangelo Antonioni ha recibido estos y otros adjetivos que no contemplan que se trataba de <<un autor que siempre ha intentado permanecer fiel a su tipo de cine, y que se ha impuesto, no solo oponiéndose a las exigencias y a las obligaciones de la producción, sino sobre todo, repito, por una fidelidad a sí mismo verdaderamente emocionante>>. La personalidad artística aludida por su colega Federico Fellini nos desvela a un cineasta que encuentra su razón de ser en sus inquietudes, creativas, humanas e intelectuales. A partir de ellas filmaba aquello que le interesaba, siempre desde las antípodas de la industria y del entretenimiento comercial, de ahí que surja la disparidad de opiniones respecto a su obra, en la actualidad desconocida o rechazada por un amplio sector del público. Es evidente que el cine de Antonioni no es fácil de digerir. Cerebral y de apariencia nada emocionante, repleto de vacíos y de silencios, carece de sucesos llamativos y huye de atractivos superfluos que trastoquen reflexiones sobre la fragilidad, la incomunicación, el vacío o la inestabilidad de las relaciones que desarrolla en sus películas. A partir de El grito (1958), su estilo formal agudiza la complejidad sustancial que alcanza su cumbre en la "trilogía de la incomunicación". La aventura (L'Avventura, 1960), el primer largometraje del tríptico que forma junto a La noche (La notte, 1961) y El eclipse (L'Eclipse, 1962), no contradice la ausencia de sucesos, aunque se produzca la desaparición que posibilita a Antonioni filmar la imposibilidad que se confirma en sus protagonistas. El vacío que Anna (Lea Massari) sufre en su deteriorada relación con Sandro (Gabrielle Ferzetti) provoca en ella un comportamiento extraño para quien no quiera ver, un comportamiento que no deja de ser su llamada de auxilio. Sabe que su relación está rota, como también es consciente de que ese hombre a quien amaba no puede ir más allá de la superficialidad que se descubre en diferentes momentos del film. La aventura reúne a un grupo de hombres y mujeres de la alta burguesía, todos ellos incapaces de comunicarse o de sincerarse, que parecen huir de cuanto trastoque la fantasía de aparente felicidad que han construido: cruceros, infidelidades, fiestas y lujos. Pero no por no enfrentarse, desaparecen la insatisfacción o el distanciamiento, que primero sale a relucir en Corrado (James Addams) y Giulia (Dominique Blanchard), y solo Claudia (Monica Vitti), de origen distinto al resto (quizá por ello no esté contaminada por la apatía), presenta un comportamiento diferente, aunque no puede evitar caer en la desorientación que la define durante parte de la búsqueda de la amiga desaparecida. Inicialmente, Claudia es la única que sufre la ausencia de Anna, en una isla solitaria y pedregosa rodeada por el mar, pero a medida que avanza su relación con Sandro, el sufrimiento por Anna desaparece y es el suyo el que cobra protagonismo, aunque más que sufrimiento es la necesidad del acercamiento, de encontrar el amor en una relación que nunca será plena.
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