viernes, 28 de abril de 2017

M.A.S.H. (1969)


Estrenada en 1970, M.A.S.H. (1969) fue el primer gran éxito de un cineasta que había iniciado su carrera profesional como guionista a finales de la década de 1940, para, en la siguiente, debutar en la dirección con Los delincuentes (The Delinquents, 1955). Durante esa época, también dirigió una serie de documentales y episodios de series de televisión, entre ellas Alfred Hitchcock presenta, BonanzaU. S. Marshall y Peter Gunn, así como The James Dean Story (1956). En la década de 1960 realizaría varias películas, pero fue M.A.S.H. la que le dio el espaldarazo definitivo a su carrera. El éxito fue tal, e inesperado, más de ochenta millones recaudados cuando había costado alrededor de tres y medio, que daría pie a la no menos famosa serie de televisión homónima (en antena desde 1972 a 1983) y confirmaba a Robert Altman dentro del panorama internacional, al recibir la Palma de Oro en Cannes y ser nominado al mejor director en los premios BAFTA, Globos de Oro y Oscar de 1971. Por otra parte, MASH sentaba parte de las constantes de su cine, como sería su predilección por los repartos corales o la irónica mirada de un cineasta nada complaciente con su época ni con los diversos ámbitos de la sociedad que analizaría en varios de sus films más famosos: la música y la política en Nashville (1975), la industria cinematográfica en El juego de Hollywood (The Player, 1992) o la clase media en Vidas cruzadas (Short Cuts, 1993). La época es clave para comprender su postura antibelicista y satírica, ya que esta tuvo su razón de ser en un momento durante el cual los soldados estadounidenses luchaban en Vietnam y parte de la sociedad norteamericana rechazaba una guerra que se desarrollaba a miles de kilómetros de distancia de los hogares de las tropas movilizadas. Como consecuencia, la postura del guionista Ring Lardner, Jr y de Altman, la de haz el amor y no la guerra, se erige en el motor absoluto de una comedia tan rebelde e indisciplinada como los cirujanos, enfermeras y enfermeros que habitan el campo de socorro donde se desarrolla la trama. Allí, sus protagonistas se presentan tan atípicos como el propio Altman dentro del sistema industrial hollywoodiense. De tal manera que los capitanes "Hawkeye" Pierce (Donald Sutherland), John "el trampero" McIntyre (Elliott Gould) y "Duke" Forrest (Tom Skerrit) rechazan las ordenanzas marciales porque no creen en la guerra, tampoco en la presencia estadounidense en Corea, que vendría a ser un reflejo de la situación que se estaba viviendo en Vietnam.


El rechazo al conflicto bélico define al trío de cirujanos que prefieren el sexo, las bromas y la bebida a la metralla, las vísceras y las sangre, quizá porque con su actitud desenfadada intentan manifestar su disconformidad con aquellos que los han alejado de sus hogares, de sus vidas y de sus seres queridos para enviarlos a un lugar donde, entre operaciones, apagones y más intervenciones, deciden hacer de la guerra unas vacaciones pagadas en las que celebran una última cena, practican golf, toman el sol, transforman a la mayor "labios ardientes" (Sally Kellerman) de una moralista fanática a una fanática animadora de football o consiguen alejar de sus dominios al mayor Burns (Robert Duvall), símbolo de la intolerante moral que solo esconde la represión que no se observa en el resto de protagonistas. La comicidad del film potencia su antibelicismo, de hecho los propios protagonistas asumen la broma como parte de su día a día, por ello el "Trampero" no duda en decir en plena intervención quirúrgica que <<si este pobre conociera a los payasos que le están operando, se moría>>, pero sin olvidar que en realidad son prisioneros, aunque algunos inconscientes de serlo. A pesar del desenfado que los caracteriza, los soldados de la unidad médica 4077 son profesionales capacitados y concienciados para realizar una labor (la de salvar vidas) que choca con la muerte que domina a tres millas del campamento dirigido por el coronel Blake (Roger Bowen), un oficial que permite y acepta que la cotidianidad esté marcada por la indisciplina, por los martinis y por las relaciones sexuales entre los hombres y mujeres de su unidad, porque, al fin y al cabo, salvo excepciones puntuales, ninguno de ellos desea formar parte de un conflicto al que no encuentran el menor sentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario