viernes, 30 de agosto de 2013

Vidas rebeldes (1961)


Vidas rebeldes (The Misfits, 1961) pasó a la historia como el último largometraje que protagonizaron Clark Gable y Marilyn Monroe, pero en ella se descubre una vez más el interés de John Huston por profundizar en el comportamiento de individuos fuera de contexto. En este caso concreto cowboys que han deambulando de aquí para allá asumiendo una existencia nómada en busca de la libertad que ya no encuentran en un presente donde el progreso ha cambiado su entorno, y dentro del cual cada vez les resulta más complicado mantener su forma de vida. Esta característica de presentar inadaptados sociales, o si se prefiere perdedores, resulta una constante en la filmografía del cineasta, hecho que explica que los vaqueros sean personajes más complejos y posean mayor interés que el de Roslyn (Marilyn Monroe), la protagonista femenina que se encuentra en Reno para tramitar su divorcio. La joven, que a primera vista destaca por su belleza corpórea, llama la atención de Guido (Eli Wallach) y de Gay Langland (Clark Gable), quienes no dejan escapar la oportunidad de acercarse a ella sin apenas detenerse en mirar a Isabelle (Thelma Ritter), la amiga que la acompaña y que no goza de su presencia física. Resulta innegable que Roslyn guarda puntos comunes con la propia Marilyn Monroe; en su origen y en sus carencias afectivas se descubren ciertas similitudes con la actriz que le dio vida. Puede que la coincidencia entre el personaje de ficción y el ser real que lo interpretó no fuese tal, ya que el guión fue un regalo que Arthur Miller, por aquel entonces cónyuge de la estrella, escribió para su esposa; de hecho, en ocasiones parece como si el famoso dramaturgo tomase como fuente de referencia la vida de la actriz, quizá en un empeño por recuperar su deteriorada relación matrimonial. John Huston fue la primera opción del escritor, a él envió el texto para convencerlo de que se hiciese cargo de su adaptación a la gran pantalla, encargo que Huston aceptó tras leer el guión, aunque por lo visto no quedó satisfecho con el resultado, sobre todo por la interpretación de la estrella femenina y por un final que no pudo cambiar ante la insistencia del dramaturgo. Retomando la historia de los inadaptados (misfits), Roslyn se sumerge en un mundo que no comprende, donde el modo de vida de los cowboys le resulta violento. Herida en su sensibilidad observa como los rudos vaqueros se dejan la piel en peligrosos rodeos donde se hieren o hieren a sus monturas, y que nada les reporta, salvo la tristeza de saberse condenados a desaparecer. El sufrimiento que descubre, y que también le afecta, se agudiza cuando, sin otro medio de subsistencia, acompaña a sus nuevos amigos en una cacería de caballos salvajes a la que se une Perce Howland (Montgomery Clift), el otro personaje masculino de entidad, que decide participar para conseguir unos cuantos dólares. Y al igual que sucede con el veterano, en Perce habita la decepción de un tiempo moderno donde no encuentra su lugar, pues el mundo que conocían inevitablemente ha quedado atrás, abriendo paso a otro tipo de existencia a la que Gay se resiste, temeroso de perder su identidad, por eso se niega a dejar de hacer lo que siempre ha hecho, porque para él es la única manera de acariciar aquella sensación de libertad que ha desaparecido en el presente en el que se descubre enamorado de la muchacha.

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