La primera adaptación de Soy leyenda (I Am Legend) fue una coproducción italoamericana de la que el propio Richard Matheson se encargó de escribir el guion, que había sido desarrollado para una película cuya producción fue cancelada. El proyecto hubo de esperar varios años hasta que Ubaldo Ragona y Sidney Salkow lo llevaron a cabo, pero con cambios en el primitivo tratamiento cinematográfico que no convencieron al autor de la novela. Lo mismo ocurrió con la dirección del film, por lo que Matheson declinó aparecer en los títulos de crédito con su nombre real, firmando bajo el seudónimo de Logan Swanson. Otra cuestión que tampoco satisfizo al escritor fue la elección de Vincent Price, con quien había trabajado en cuatro títulos de Roger Corman, para el papel protagonista, quizá porque el actor tenía en realidad unos veinte años más que el personaje literario. A pesar del evidente rechazo del creador de Soy leyenda hacia El último hombre sobre la Tierra (The Last Man on Earth/L’ultimo uomo della Terra, 1964), esta se muestra superior a otras versiones posteriores, además no defrauda en su puesta en escena, sobre todo gracias a la presencia de Price, en cuya interpretación se percibe la imposibilidad que tortura al personaje, aquélla en la que se le descubre como un Robinson que habita un mundo muerto, donde se impone una cotidianidad que a duras penas le permite no enloquecer y sobrevivir a la presencia de los mutantes que a la puesta de sol se reúnen delante de su casa, con la única intención de acabar con él, quizá porque ya es el último humano con conciencia de serlo, testigo del fin de la humanidad conocida.
Con cada amanecer despierta un nuevo día, durante el cual Robert Morgan (Vincent Price) —Neville en el original impreso— sustituye los espejos rotos de la puerta principal de su vivienda, lo mismo hace con las ristras de ajos que impiden el paso de las criaturas que poseen la sed de los vampiros legendarios. Poco después se dedica a afilar las estacas de madera que emplea como armas, incluso envía mensajes mediante un transmisor de radio a pesar de que saber que nadie le escucha. La monotonía de Morgan le lleva a transitar por la ciudad, fiel reflejo de su soledad, dedicándose a cazar a esa nueva especie surgida como consecuencia de la pandemia que eliminó a la raza humana de la faz de la Tierra. Y en los momentos de mayor desesperación visita la tumba de su esposa, aunque tampoco allí logra calmar su tormento. Por mucho que le cueste aceptar, las jornadas transcurren marcadas por su desesperanza, rodeado del vacío o de vampiros a los que se ha acostumbrado, porque es consciente de que en el presente solo quedan él y esos seres de movimientos lentos y de mínima capacidad intelectual, que antaño serían hombres y mujeres a su semejanza. Aquella época pasada solo pervive en dolorosos recuerdos que intenta suavizar en alcohol, aunque lo único que consigue son arrebatos de ira y llantos. Mediante la analepsis central, Morgan regresa a los momentos anteriores a la desgracia que lo cambió todo; así se le observa al lado de su esposa (Emma Danieli) y de su hija Kathy (Christi Courtland), del mismo modo que se aprecia la presencia de Ben Cortman (Giacomo Rosi-Stuart), su colega de profesión, con quien trabajaba en el desarrollo de una vacuna contra el virus que nadie pudo frenar, y que finalmente exterminó o mutó a la raza humana. La explicación de su inmunidad llega poco después de que su pensamiento regrese del pasado, en ese espacio donde lo único vivo serían él y el perro que por casualidad se presenta delante de su vivienda; sin embargo, su cruel destino se encarga de privarle de la única compañía que ha tenido durante los últimos tres años, condenándole una vez más a la soledad que semeja eterna. Pero este hombre, que conduce un coche fúnebre como símbolo de su existencia, se aferra a su vida solitaria, violenta y amenazada porque se trata de un superviviente, el último hombre vivo sobre el planeta, convertido en una leyenda entre aquellos mutantes que le temen por ser quien es, alguien ajeno al nuevo orden establecido tras la hecatombe que le ha condenado a vivir una existencia que le desespera. Y sin embargo Bob no siente miedo, como confiesa a Ruth (France Bettoia), la joven que inesperadamente aparece en su vida, y en quien proyecta su última esperanza, que nunca podrá materializarse porque ahora es un inadaptado condenado a la extinción.
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