domingo, 12 de agosto de 2012

Teresa Raquin (1953)



Hoy, suena exagerado el revuelo que levantó Thérèse Raquin, pero cuando se publicó por primera vez, en 1867, resultó tan escandalosa, que parte de la sociedad francesa no dudó en calificarla de inmoral, ni en atacar a su autor. Cuando Marcel Carné la adapta a la gran pantalla, la novela se considera un clásico del naturalismo. Las pasiones y los egoísmos descritos no escandalizan porque otros escándalos y conflictos se producen entre el momento de la escritura del texto y el rodaje de Teresa Raquin (Thérèse Raquin, 1953). Esta diferencia, de escándalo nacional a orgullo de las letras francesas, invita a reflexionar sobre los cambios sociales y la intolerancia de la sociedad con los miembros que introducen variantes que la contradicen. Emile Zola contradijo a la sociedad de su tiempo, no por capricho, sino porque decidió ser un escritor y un intelectual comprometido, lo que le llevó a narrar conflictos obreros, a denunciar el militarismo, el antisemitismo y el falso patriotismo, con la intención de defender la nación francesa o, como en esta obra, exponer la situación que sufre la protagonista, atrapada en un matrimonio y en un orden social que la esclavizan. La adaptación de la novela de Zola realizada por Marcel Carné, we contó con la colaboración en el guion de Charles Spaak, se centra en la segunda y tercera parte de la narración, haciendo referencia a la primera mediante alusiones que descubren la infancia de Thérèse (Simone Signoret) en el campo, antes de contraer matrimonio con su primo, de quien, aparte de esposa, se convierte en su enfermera y criada. Su matrimonio con Camille Raquin (Jacques Duby) fue forzado por la señora Raquin (Sylvie), una mujer dominante y posesiva que ve en la joven Thérése a alguien capaz de soportar el sacrificio que conlleva una existencia dedicada en exclusiva al cuidado de su hijo, un hombre débil de carácter y de salud, y condicionado por la asfixiante sombra materna que lo ha convertido en el egoísta y acobardado que se observa en el presente en el que se abre la película de Carné. Los años han transcurrido y la juventud de Thérèse amenaza con desaparecer, condenándole para siempre a ser la posesión y el consuelo de aquel a quien nunca ha amado y para quien la retiene a su lado, un marido para quien ella no significa más que la falsa idea de seguridad y bienestar. De tal manera, nada importan las necesidades y los sentimientos de una mujer que parece resignada a continuar atrapada en una vida que ni le llena ni le satisface hasta que, acompañando a Camille, Laurent (Raf Vallone) se presenta en su hogar. Sus miradas y sus palabras se cruzan delatando que pronto surgirá un romance apasionado, clandestino y dominado por un ardor que ella no ha encontrado en la mentira matrimonial de la que desea escapar, pero de la que no puede huir porque teme que su marido sufra una crisis que acabe con su vida. Pero Laurent insiste para que lo deje todo e inicien una existencia en común que les aleje de esas monotonía gris que ha dominado los días de Thérése al lado de alguien que nunca la ha visto como él lo hace. El drama expuesto por Marcel Carné retrata a personajes atormentados en manos de un destino que decide por ellos, antes, durante y después del asesinato no premeditado de Camille en el tren con destino París, donde Laurent se presenta para llevarse a su amada y donde pierde el control sobre sus actos como consecuencia de los gritos y amenazas de un marido dispuesto a todo con tal de retener a su mujer, aunque sea contra la voluntad de ella, la misma que él nunca ha contemplado porque se aferra a la creencia de que la ley está de su parte, repitiendo una y otra vez que puede hacer lo que quiera con su esposa, como si esta no fuese más que un objeto de su posesión. La muerte de Camille marca el devenir del romance y de los enamorados, ya que a partir de ese instante se gesta su propia desgracia y la transformación de su entorno, dentro del cual se acentúa una atmósfera de amenaza y turbación que sustituye al amor que da paso a los reproches y a la culpabilidad que dominan en Thérése cuando la policía le muestra el cadáver y le hace partícipe de la sospecha de que la muerte de esposo no fue accidental.

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