Cuando en una película se juntan nombres como el de Luchino Visconti, Cesare Zavattini, Suso Cecchi D’Amico, Francesco Rosi o Anna Magnani es síntoma de que se va a presenciar, como mínimo, un film interesante, inteligente y bien estructurado, Bellísima (Bellissima, 1951) no es una excepción. Inicialmente se presenta más suavizado que otras producciones neorrealistas, gracias a algunos momentos cómicos y tiernos, y a la magistral interpretación de Anna Magnani, que se adueña de una cámara que la adora y que muestra su enorme talento. Sin embargo, resulta una película desgarradora si se profundiza en las situaciones por las que deben atravesar tanto la madre como la niña, María (Tina Apicella). Maddalena es una mujer que se desvive por convertir a su retoño en actriz infantil, así pues, no duda en presentarla a un casting para niños y soportar todo cuanto esto conlleva: gastar un dinero del que apenas dispone, ocultar a su marido sus intenciones, dejarse engañar por seres que únicamente pretenden timarla o obligar a su hija a pasar por una experiencia que le resulta agobiante e incluso traumática. A favor de Maddalena habría que decir que no lo hace por ella, sino que lo hace para que su pequeña no tenga que sufrir una vida en la que no posea nada, una vida llena de pesares y carencias que podría evitarse en caso de salir elegida. Por ello, no resulta extraño que se desviva para conseguir su propósito, aunque ello signifique dejarse engañar o competir con otras madres, que desean lo mismo que ella. Bellísima muestra el mundo del cine desde dentro, desde una elección a la que se presentan cientos de posibles actrices, que más que por ellas mismas se encuentran ante esa prueba por el deseo o la necesidad de sus progenitores. De este modo se comprueba una situación real que se vive dentro de un universo de fantasía, que no tiene nada de fantástico, sino más bien todo lo contrario. María debe someterse a una sesión de fotos, acudir a curso acelerado de danza, soportar una accidentada sesión de peluquería, intentar corregir su dicción o ser el blanco de las burlas de un grupo de hombres maduros que no comprenden que se trata de una niña. Todo ello, son cuestiones que le cansan y le alejan de su vida cotidiana, algo que para una pequeña de siete años resulta, por decirlo de algún modo, duro. Sin embargo, Maddalena ama a su hija, para ella es lo primero, lo único, por ella es capaz de cualquier cosa, del mismo modo que es capaz de rectificar en caso de tener que hacerlo y defender a su criatura por encima de cualquier cosa. Esta mujer es muy humana, muy real, su situación también lo es. Debe desdoblar sus esfuerzos en el trabajo para conseguir el dinero que invertirá en su futura estrella, un dinero que necesita para otras cosas, como por ejemplo, para abonar la letra de la casa. Bellísima se considera una de las películas neorrealistas de Luchino Visconti, sin embargo, la mezcla de humor y de drama con el que el director italiano enfoca la situación la aleja del realismo en el que podría inscribirse, pero al que, a medida que pasan los minutos, satiriza en un feroz ataque que expone en las penalidades a las que se ven obligados los pequeños actores no profesionales, cuando se presentan para obtener un papel que podría sacarles de una vida llena de miserias.
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