Tras escribir Sakura (la flor del cerezo) estuve cierto tiempo barajando ideas que no me conducían a ninguna parte, puede que, más por vagancia y desidia que por historias que narrar. Por suerte, un buen día pensé en realizar una visión, extraña, cómica, irónica y, en en ocasiones, pesimista de un mundo visto a través de los ojos de una persona que se cree un superhéroe (o puede que en realidad lo sea). Este individuo cuenta sus experiencias, desde su nacimiento hasta el momento en el que decide, como terapia, sincerarse consigo mismo mediante una reflexión sincera, no exenta de humor y crítica, sobre su vida, la interna y la externa, en un mundo en el que el drama del día a día amenaza como el peor de los villanos.
La historia va tomando cuerpo, aunque no el que había pensado cuando la planteé, algo que me suele ocurrir con frecuencia, pues son los propios personajes y situaciones las que me van apartando de mis intenciones iniciales). Estoy ansioso por saber cómo acaba (si es que acaba) y sí habrá valido la pena.
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