El caso de La naranja mecánica es afortunado y curioso, aunque no tanto si se comprende que gracias a la novela existió la película y gracias a esta se perpetuó la novela cuyo joven narrador y amigo se presenta ante nosotros, los lectores, para explicarnos sus experiencias de victimario y víctima desde el desenfado y la jerga adolescente (nadsat) con la que marcan distancias con el mundo que queda fuera de las fronteras juveniles. Qué muchacho este que elige la violencia porque le gusta. Nadie se la impone y su mundo es tan ruin, hipócrita y criminal como cualquier otro… En él todos buscan su satisfacción y su beneficio. Así que no se puede culpar a un ente concreto ni a su época —que se ambienta en un futuro cercano al año de publicación del libro—, ni siquiera al propio individuo, puesto que, en caso de hacerlo, nadie saldría bien parado. En todo caso, a Alex no se le puede acusar de hipócrita, tampoco de emplear la jerga nadstaq que le diferencia de los comunes y que a Burguess le permite expresar situaciones e imágenes que dichas en lengua inglesa (o en sus respectivas tradiciones idiomáticas) correrían el riesgo de ser explicitas y, sobre todo, de ser censuradas tanto por un hipotético lector como por los editores, incluso por religiosos, políticos y por la buena gente en general, que verían en el texto provocación y lo tildaría de inmoral, cuando resulta todo lo contrario… Ese capítulo 21, suprimido en la edición estadounidense y en el film, lo cambia todo, pues resulta un paso hacia alguna parte, una evolución que no se da en la obra de Kubrick, que cierra su película dejando a Alex donde se encontraba en su adolescencia. Burgess lo deja claro en la introducción, cuando expresa lo que sigue:
<<El capítulo veintiuno concede a la novela una cualidad de ficción genuina, un arte asentado sobre el principio de que los seres humanos cambian. De hecho, no tiene demasiado sentido escribir una novela a menos que pueda mostrarse la posibilidad de una transformación moral o un aumento de sabiduría que opera en el personaje o personajes principales. Incluso los malos bestsellers muestran a la gente cambiando. Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando solo muestra el carácter humano como algo rígido, pétreo, impenitente, abandona el campo de la novela y entra en la fábula o la alegoría. La Naranja norteamericana o de Kubrick es una fábula; la británica o mundial es una novela.>>
Entrecomillado: Anthony Burguess, La naranja mecánica (traducción de Aníbal Leal y Ana Quijada). Booket (Editorial Planeta), Barcelona, 2012.
Enlace al comentario de la película:
https://vadevagos.blogspot.com/2012/10/la-naranja-mecanica-1971.html?m=1
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