Jekyll y Mr. Hyde, King Kong y Frankenstein son referentes que pueden rastrearse en Hulk (2003), en la dualidad racional e irracional de los personajes, en su doble naturaleza —la aceptada y la reprimida—, en la condición de Bruce Banner (Eric Bana) de Bestia enamorado de Betty (Jennifer Connelly), la Bella, y en la transgresión de las leyes físicas de la naturaleza humana por parte de Banner padre (Nick Nolte). Fuera de su parte infantil Marvel, de sus efectos especiales y de los instantes en los que su montaje multipantalla pretende imprimir velocidad y tonalidad de cómic, Hulk apunta el drama que no desentona dentro de la obra fílmica de Ang Lee y de James Schamus, su guionista habitual desde Manos que empujan (Tui shou, 1991) hasta Destino: Woodstock (Taking Woodstock, 2009). Y no lo hace porque la historia del gigante verde también es la de una tragedia familiar —que supone aquel instante en el que, accidentalmente, el padre mata a la madre y el hijo lo presencia, borra el recuerdo de su mente y supera el trauma cuando mata al padre— y la de un amor imposible de materializar en el mundo exterior que, por un motivo u otro, no lo tolera. El amor de los protagonistas de Cabalga con el diablo (Ride with the Devil, 1999), Tigre y dragón (Wo hu cang long, 2000) o Brokeback Mountain (2005) solo es posible en la intimidad o en el pensamiento, pues los personajes de Ang Lee reprimen sus pasiones y sus deseos, su amor, por fantasmas del pasado o miedo al presente. Esto se evidencia plenamente en la dualidad Bruce/Hulk, un Jekyll y Hyde de tebeo que vive entre el cabreo, el amor, la represión y el pasado que le alcanza en el presente durante el cual también Betty sufre su particular relación paterno-filial. Son hijos de los pecados de los padres, sea la ambición científica de Banner padre o el orden militarista del general Ross (Sam Elliott), ambos destructivos. Tanto en Bruce como en Betty las heridas emocionales de la infancia continúan abiertas en su madurez, pero les afecta de diferente manera y, probablemente, también les afectaría de distinta forma aunque el personaje de Eric Bana no mutase a verde. No obstante, Hulk no es ningún monstruo, Lee otorga la monstruosidad a Talbott (Josh Lucas), alguien de supuesta normalidad, pero cuya ambición la desmiente. Finalmente, como King Kong, el gigante es víctima y héroe que, siendo amoral, resulta el más moral de todos los personajes, aunque su verdor y sus destrozos intenten disimularlo, pues, al fin y al cabo, Hulk no deja de ser hijo del cómic Marvel y de su visión heroica que, aunque aquí intente disfrazar de ambigüedad, simplifica el mundo en buenos, malos y confundidos.
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